Cuando yo me reunía con mi mujer a final de año para preparar el presupuesto del año siguiente, no sabíamos que estábamos haciendo una cosa importante. Claro, nosotros no estábamos intervenidos(“supervisados”, según el señor de Guindos). Sí estábamos apurados, porque los doce hijos comían como limas, iban al colegio, que había que pagar, repetían curso, que había que pagar, iban a la universidad, que había que pagar, y los que estaban fuera vivían en un piso, que había que pagar.
Nos apetecían muchas cosas: algún viaje, algo para la casa, algo para nosotros…Pero mi mujer decía que “lo primero es lo primero” y, si había que recortar, intentábamos no tener que recortar de “lo primero”, sino de las cosas que, siendo buenas y haciéndonos mucha ilusión, no eran “las primeras”.
Cuando los hijos se hicieron mayores, participaban en el asunto. Alguno quería algo a lo que, según él, tenía derecho. Otros querían algo, que era realmente un capricho. Al final, decidimos pasarles una cantidad a cada uno y que ellos se arreglaran. Y se arreglaban. Unos, mejor que otros. Alguno no llegaba y se endeudaba. En principio, decidimos no avalar a nadie.
Me acordaba de todo esto cuando veía a nuestros ministros y a nuestro Presidente hablar de los Presupuestos Generales del Estado y pensaba:“¡cualquiera de mi familia lo explicaría mejor!”
Ya sabéis que esta es la manía que tengo ahora y que me ha llevado a ponerme en la piel del Presidente Rajoy durante dos semanas, diciéndole lo que tenía que decir y cómo lo tenía que decir. (Porque, en estas cosas, elqué es importante, pero el cómo también. Y a veces más.)
Pues eso, que andamos con los Presupuestos de 2012, con un poco de retraso, porque ya estamos en Abril. La familia, que se llama España, tiene unos ingresos y unos gastos. Los ingresos vienen de lo que pagamos cada uno de los hijos y los gastos, de lo que gastamos cada uno de los hijos. A mi mujer le gustaba mucho que los ingresos y los gastos coincidieran y si algún año, por una extraña casualidad, los ingresos superaban a los gastos, mi mujer llamaba a sus amigas y les invitaba a merendar, porque, según ella,“esto hay que celebrarlo”.
En nuestra familia grande, o sea, en España, llevamos años en los que los gastos son superiores a los ingresos. A eso, mi mujer le llamaba déficit, y, curiosamente, se llama así. Se estima que el déficit es de 85.000 millones de euros, o sea, el 8,5% del Producto Interior Bruto, en lugar del 8%, que es el déficit que pensábamos que teníamos. (Esta es la razón por la que prefiero hablar de euros y no de porcentajes, porque de 8 a 8,5% va un mísero 0,5%, que en porcentaje no es nada, pero que en euros, sí que es algo: 5.000 millones de euros, que hace unos años hubieran sido 831.930 millones de pesetas).
Y hay que bajar esa cantidad a 53.000 millones en este año, o sea, en 32.000 millones. Y empieza el chalaneo. Y suben los impuestos y bajan los gastos. Bajan los gastos que pueden, porque hay algunas cosas que no se pueden recortar:
Las pensiones, o sea, lo que pagamos a los viejecitos, que hay muchos. Redondeando, esto representa 116.000 millones de euros. Los intereses que pagamos por el dinero que nos han prestado: 29.000 millones. (Sin amortizar nada de la deuda, claro.) Lo que pagamos a las personas que están en el paro: 29.000 millones.
O sea, hasta aquí, redondeando, repito, 175.000 que tenemos gastados antes de empezar a funcionar. (En la tienda de mi familia, mi padre, siempre se preocupaba por los gastos fijos, a los que llamaba “el dinero que me cuesta levantar la persiana cada día.)
Luego, como quedamos con los hijos en que se ocuparían de unas cuantas cosas (eso se llama “transferencias”), les pasamos 50.000 millones de euros.Algunos dicen que con eso no les da ni para comer…Bueno, ya sabéis lo que pasa en las familias. Incluso ahora hay algún hijo que dice que prefiere que papá se ocupe de esas cosas y que él le devuelve las transferencias.
Hay más gastos, porque los ministerios gastan, pero no demasiado. Por ejemplo, me parece muy bien que nos gastemos 8.900 millones en seguridad ciudadana e instituciones penitenciarias, porque todo lo que se haga para que la gente pueda pasear por la noche por el barrio gótico de Barcelona es poco. No sabéis lo bonito que es el barrio gótico, de noche, iluminado. Una delicia.
En Sanidad y Educación gastamos poco, porque está transferido a los hijos. Aquí ellos -las Comunidades Autónomas- pinchan y cortan. Ahora, sobre todo, cortan. Porque se han endeudado por su parte, para no ser menos que papá. Y tienen que pagar los intereses. Y a algunas se les ha ocurrido que les avale papá. Y a eso le llaman hispabonos. ¡Qué majos! ¡Qué bonito es encontrar nombre para todo!
Pero mientras les avala papá, que tampoco está para muchos avales,recortan en Sanidad y recortan en Educación. ¡No hay derecho! Es verdad. No hay derecho en gastar dinero tontamente en cosas no necesarias y tener que recortar en las necesarias. Es verdad. No hay derecho.
P.S.
Se suponía (por lo menos, lo suponía yo) que este artículo iba destinado a decirle al señor Rajoy cómo debía ser su tercera intervención en la tele. Me he puesto a pensar en mí mismo y se me ha olvidado D. Mariano. Perdone, señor Presidente. Si le sirve de algo lo que he escrito, utilícelo. Si no, apriete la teclaSupr.Como ya he dicho, estoy en época de manías. No sé si es la primavera o la edad, o las dos cosas juntas. Ahora me ha dado por lo del Presupuesto Base Cero y de eso voy a hablar en el próximo artículo, porque el Presupuesto Base Infinito que hemos utilizado hasta ahora nos ha llevado donde nos ha llevado.
Tengo otra manía, que es la del Banco Malo, que, bien hecho, me parece que no sería tan malo. Si se me ocurre algo, ya tengo tema para otro artículo. Pero se me tiene que ocurrir algo.
Hablando de ocurrencias, me gustaría saber el nombre del poseedor de la mente preclara que ha decidido que se celebre una reunión del Banco Central Europeo en Barcelona, a primeros de Mayo. Al que se le ha ocurrido, habría que obligarle a sentarse en el Starbucks de la Plaza de Cataluña, del que hablé la semana pasada. Y que estuviera todo el día allí, para que, cuando los llamados vándalos (que no sé qué culpa tienen los auténticos vándalos, los que venían de Escandinavia) rompan el escaparate otra vez, pueda ayudar a recoger los trozos. Y no digo que, con suerte, igual le pegan una bofetada, porque si lo digo, alguien puede pensar que soy un violento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario