32 varones han muerto a manos de su pareja, femenina o masculina, en los últimos cinco años
Las mujeres condenadas rebajan la pena si sufrieron maltrato
Son la excepción que confirma la regla. Pero están ahí. En los últimos cinco años, 32 hombres han perdido la vida a manos de sus parejas, frente a la abrumadora cifra de 335 feminicidios registrados. Apenas rondan el 9% de esta siniestra estadística. Y tal vez sea esa la razón que explica la ausencia de estudios sobre las víctimas masculinas e incluso una menor ayuda ante su desgracia. Su ventaja, el hecho de ser minoría en el extendido mundo del maltrato doméstico, se vuelve en su contra: el entorno social no les anima a denunciar —de las 130.000 denuncias de media anual el 2% corresponde al varón— y los expertos recuerdan que para un hombre resulta aún más humillante que para una mujer reconocer que su pareja le pega, y que le tiene miedo.
¿Es diferente el maltrato en función del sexo de quien lo padece? ¿O reproduce los mismos roles de sumisión, desprecio y dominación?
Aurelio G., madrileño de 42 años, ha dado permiso a su abogado, Víctor caso siempre que la identidad quede oculta y no se especifiquen su profesión o zona de residencia. Abogado y cliente comparten el mismo temor: que la esposa acabe con la vida de Aurelio. De momento, y en el año que llevan casados —ella es una fornida deportista y él un hombre enjuto— le ha propinado varias palizas. En la última le fracturó la mano, que aún lleva escayolada. Al vecindario, a los compañeros de trabajo y a los médicos Aurelio les ha dicho que sufrió una mala caída. Su silencio, sus mentiras, recuerdan a los testimonios que cotidianamente relatan las mujeres maltratadas. “Pobrecita. Si ella es buena y me quiere. Bebe y tiene problemas. Pero me ha prometido que no me volverá a pegar y yo le creo”, dice Aurelio.
Es, sin distinción de sexo, la terrible justificación de la víctima hacia un agresor o agresora a quien quiere y teme, y que los profesionales de los juzgados de violencia de género saben que acabará inevitablemente en lesiones o muerte.
Aurelio no se atrevió a mentirle a su hermana. Fueron juntos a buscar a un abogado y después a comisaría. “En las seis o siete horas que empleamos en los trámites, la esposa llamó 31 veces al móvil de mi cliente. Las conté”, comenta el abogado. “Qué dónde estaba, con quién, que por qué tardaba tanto, que sus amigos no le gustan...”. El hombre la despistó cuanto pudo pero el abogado cuenta que de tanto en tanto le rechinaban los dientes de puro pánico. “Cuando se entere de que la he denunciado me mata, seguro”, lamentaba Aurelio.
Martínez Paton se indigna: “Si Aurelio fuera mujer estaría a salvo en una casa de acogida, podría ir a juicio sabiendo que no peligra su vida y no sufriría tanto desamparo”. Además, este director de un despacho especializado en maltrato al hombre, aprovecha para recordar otra discriminación legislativa contraria a su cliente: las constantes amenazas de muerte que recibe de su pareja serían motivo suficiente para detenerla. Pero las amenazas solo constituyen delito si quien las profiere es hombre. En caso contrario, están calificadas como falta. “Así que ahí le tenemos, compartiendo domicilio a la fuerza con su agresora porque no tiene adónde ir. Y aterrorizado”, dice Paton.
Aurelio no reproduce solo el peligroso cóctel común en las mujeres maltratadas de “dominación, amor, sumisión y miedo”, sino que, al igual que cada año hace el 15% de ellas, está empeñado en retirar la denuncia.
Su caso parece la excepción de una situación de por sí excepcional. El informe del Observatorio de Violencia Doméstica del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) sobre 2011 revela que fueron asesinadas 61 mujeres y siete varones, de los cuales dos perdieron la vida a manos de sus compañeros. Las cinco restantes son mujeres. Estas cifras de muerte masculina repiten las de 2010, en iguales parámetros: localidades de más de 500.000 habitantes y con el cuchillo como arma mayoritaria.
La presidenta del Observatorio, Inmaculada Montalbán, está convencida de que el maltrato doméstico es diferente según el género porque los hombres, a la hora de matar, “son mucho más violentos”. El relato del modus operandi del informe del CGPJ da cuenta de que de los dos varones agresores uno se suicidó y el otro casi lo logró tras tirotear a su novio en un gimnasio de Madrid. De las cinco agresoras, una fue detenida por el envenenamiento de su pareja, dos confesaron el crimen nada más cometerlo; una cuarta llamó a emergencias sin reconocer la autoría y una última fue detenida tras sufrir un accidente de coche después de haber incendiado la vivienda con su ex pareja atrapada dentro. La quinta había denunciado a su compañero por malos tratos, un factor frecuente en las sentencias de las homicidas y rebaja considerablemente las penas, pues el miedo y la defensa propia son atenuantes.
Malos tratos previos es lo que han alegado también las presuntas autoras de las dos muertes masculinas ocurridas en lo que va de año (frente a 20 mujeres asesinadas). La colombiana Alba Mary se presentó en abril ante la Guardia Civil de Sant Antony de Portmany (Ibiza) diciendo: “He cortado el cuello a mi marido”. Lo hizo en el interior del coche de ambos para repeler, según ella, “la enésima agresión sexual” que sufría.
En Valladolid, el pasado febrero, Jesús María Canal Fernández, de 30 años, murió a manos de la pareja con la que convivía entre broncas y peleas. Canal, transportista de profesión, bajó desangrándose las escaleras desde el 4º piso de la avenida de Segovia, para desplomarse en la acera. La Policía detuvo a Eva López Hernández, administrativa, actualmente en prisión preventiva. El hecho no pilló de sorpresa a los vecinos, al tanto de las discusiones frecuentes entre Eva y Jesús, que se juntaban y separaban de forma habitual. La mujer había denunciado telefónicamente a la víctima acusándola de malos tratos, denuncia archivada al negarse ambos a declarar.
Cuatro meses y medio después del suceso, M., un vecino del edificio que prefiere ocultar su nombre, recuerda que el día de los hechos encontró a la víctima hablando con la presunta agresora por el telefonillo del portal a quien decía, a voz en grito: “Ábreme, que sé que te estás metiendo un pico”, informa Francisco Cantalapiedra. Él había estado en el Proyecto Hombre de Zamora y ella visitaba la farmacia en busca de Colme, un medicamento para dejar las drogas. Ambos bajaban frecuentemente a por jeringuillas.
"Lo siento. Aquí solo atendemos a mujeres"
El primer paso en la rebelión contra el maltrato resulta algo más laboriosa para ellos.
Llamada al 016, la línea de atención permanente para víctimas del maltrato. “Lo siento. Aquí solo atendemos a mujeres. Diríjase al 010 y pregunte por servicios sociales”. En este departamento de la Comunidad de Madrid remiten a los centros de atención social más próximos al domicilio del denunciante. Dos llamadas a los números facilitados quedan sin responder, pese a que el contestador asegura que están operativos de lunes a viernes. Tras la Ley contra la Violencia de Género se pena más la agresión del hombre a la mujer que a la inversa, una discriminación avalada en 2008 por una minuciosa sentencia el Tribunal Constitucional. Entre otros argumentos, adujo “razones estadísticas e históricas”.
Fuente: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/06/09/actualidad/1339261089_947487.html