Es la obstrucción de un vaso sanguíneo por un coágulo, burbuja, grasa u otra sustancia, que detiene la circulación en el territorio irrigado por ese vaso.
El sistema circulatorio del organismo humano es como una enorme red de supercarreteras, carreteras y carreteritas. De importancia vital es que la sangre circule continuamente por todo el cuerpo para poder transportar el oxígeno y otras sustancias a las células y órganos. Pero, al igual que sucede con los accidentes de carretera, los accidentes vasculares pueden obstruir la circulación en el ser humano.
¿Qué es, concretamente, una embolia?
Es la obstrucción de una arteria corporal que disminuye e incluso puede interrumpir totalmente el paso de la sangre a la zona irrigada por dicha arteria. Son muchas las sustancias potencialmente obstructoras. Por lo general, se llama émbolo a un cuerpo circulante pequeño desprendido de otra parte del organismo y que ha sido arrastrado por la corriente sanguínea hasta atascarse en un vaso de diámetro insuficiente para dejarlo pasar libremente.
Los émbolos son peligrosos. Pueden ocasionar la muerte si obstruyen una arteria grande, como la pulmonar (que pasa por los pulmones).
Y pueden también producir la muerte de un determinado tejido si interrumpe la circulación a la zona afectada. Los émbolos se conocen a veces por “accidentes en espera de que sucedan.”
¿Cómo se producen los émbolos?
Los émbolos más comunes son los originados por coagulación de la sangre en una arteria o una vena. Si este proceso, conocido por trombosis, ocurre en las venas, siempre existe la posibilidad de que el coágulo (o trombo) se desprenda y sea transportado por la sangre a la arteria pulmonar. Esta es la arteria que lleva la sangre del lado derecho del corazón a los pulmones, en los cuales la sangre circulante cede su dióxido de carbono y se recarga de oxígeno. Cuando un coágulo sanguíneo obstruye la arteria pulmonar, la sangre no se oxigena. Esto da lugar a un cuadro clínico de urgencia, con síntomas parecidos a los de un ataque al corazón (o infarto de miocardio).
Hay otras sustancias que pueden también originar embolias, como por ejemplo:
– Burbujas. Se forman en los buzos sumergidos en aguas marinas cuando ascienden muy rápidamente hacia la superficie, puesto que el nitrógeno comprimido de sus tejidos grasos (adiposos) se libera y pasa a la sangre en forma de burbujas. Esta afección se denomina “mal de los buzos.” También pueden formarse burbujas de aire durante la inyección de líquidos o medicamentos en las venas o arterias, siendo ésta una de las razones por las cuales los médicos y las enfermeras expulsan por presión el aire de las agujas antes de introducirlas en los vasos sanguíneos de los pacientes.
– Tumores. Conforme crecen, los tumores (benignos o malignos) pueden obstruir, por compresión, un vaso sanguíneo; análogamente, un fragmento del tumor puede desprenderse y quedar atrapado en un vaso sanguíneo de otra parte del cuerpo. En ambos casos, se obstruirá la circulación en el vaso de que se trate.
– Grasas. Los tejidos grasos son susceptibles de desprenderse de cualquier parte del cuerpo. Por ejemplo, cuando se produce una lesión grave en, digamos, el hígado, es muy posible que se desprenda un fragmento de tejido praso que sea transportado a otro lugar por el torrente sanguíneo.
– Fragmentos óseos. Una astilla producida al romperse un hueso del brazo o de la pierna puede también obstruir una arteria.
La embolia se da en cualquier parte del cuerpo, pero con mayor frecuencia en la arteria pulmonar. Esto se debe a que la sangre que vuelve al corazón tras haber recorrido todo el cuerpo pasa primero por esa arteria.
Signos y síntomas
Los síntomas de la embolia pulmonar incluyen el dolor de pecho, que se intensifica si la persona afectada respira profundamente; falta de aliento; tos, que a veces obliga a expectorar sangre de los pulmones; mareos, angustia, sudores; respiración acelerada y taquicardia (latidos rápidos).
Estos síntomas son similares a los de un ataque al corazón, y algunos se parecen a los de un ataque de ansiedad. Pero se dan también casos en que la embolia es clínicamente muda (no manifiesta ningún síntoma).
Diagnóstico y tratamiento
Las embolias son a veces difíciles de diagnosticar. El médico puede encargar una radiografía, una tomografía computada, o una gammagrafía de los pulmones, para ver si hay alguna embolia. A veces se le inyecta al paciente un colorante que permite distinguir mejor la embolia con la radiografía normal o la tomografía computada.
La embolia pulmonar afecta anualmente a 500.000 estadounidenses, de los cuales el 10 por ciento mueren dentro de la primera hora del accidente vascular. Con el tratamiento, muchos de los afectados se salvan y llevan vida normal. El médico puede recetarles fármacos que prevengan las embolias y otros que impidan su formación. Los accidentes em-bólicos se pueden evitar con ejercicio, adelgazamiento en caso necesario y régimen alimenticio apropiado.
Fuente
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