PSICOLOGIA ORIENTATIVA
Introducción: La vida psíquica.
Características de la vida psíquica.
La hondura del conocimiento de la psiquis.
El recuerdo: estado de conciencia.
La importancia de los actos.
Capítulo primero: El conocimiento de la conciencia.
Idea general sobre la conciencia: Sus tres aspectos
Los tres estados.
La psicología orientativa y la vida psíquica.
Capítulo segundo.
1. Divergencias entre la psicología orientativa y la positiva.
3. El factor sexual y la interpretación psicológica.
2. Los condicionamientos y la culpabilidad.
Prólogo.
Toda la vida psíquica es intelectual, este el primer precepto fundamental de la psicología orientativa, no es emocional o instintiva, aunque ello contradiga los supuestos de la actual psicología positiva.1 Esta psicología separa la vida psíquica de la metafísica y de la ética, eliminando así la sustancia misma de la vida espiritual, que queda reducida finalmente a la vida instintiva.
C. G. Jung2 se dio cuenta de las falencias de aquella psicología gracias a sus estudios antropológicos y sobre el simbolismo, y encontró que había otro tipo de visión y experiencias que las de la psicología positiva, pero no supo, a nuestro criterio, plantear la orientación correcta. La psicología positiva no pudo explicar, por ejemplo, los fenómenos de éxtasis, clarividencia, percepción extrasensoria, telepatía, premoniciones, etc., de los que hoy se ocupa la orientación llamada “parapsicología”, que aporta una visión distinta y enriquecedora de la psicología.
La psicología orientativa que nosotros proponemos pretende ser, en el orden psicológico o espiritual, como la medicina preventiva lo es en el orden físico o corporal, un conocimiento sobre la realidad del alma normal, y desea enseñar al hombre un camino hacia el autoconocimiento. El segundo precepto fundamental de esta nueva orientación en psicología es, pues, que toda vida psíquica tiende al autoconocimiento.
La naturaleza humana no es solamente física sino y principalmente psíquica, porque la mayor parte de nuestra existencia, y la más importante, es puramente psíquica. Nos sucede que normalmente nos olvidamos hasta de nuestro cuerpo cuando actuamos espontáneamente, como si el cuerpo no existiera, pero no es posible que nos olvidemos de nuestra alma o conciencia en tanto estamos actuando. Si nos absorbe una inquietud, o un espectáculo atractivo, o un pensamiento importante, o la angustia, o el deseo, o una gran alegría, o una tristeza intensa, o una actividad práctica a la que debemos prestar suma atención, o el estudio, o el cuidado de los seres queridos, etc., entonces la atención a nuestro cuerpo pasa a un segundo plano. La vida psíquica es, en este sentido, inmaterial, pues no necesita imprescindiblemente del cuerpo físico para desarrollarse, y el sueño es una prueba contundente al respecto.
Se podría alegar que el sueño se produce en un cuerpo físico, y que lo que se sueña tiene que ver con los sentidos de la vigilia, y también con las preocupaciones que en ella tenemos, y que muchas veces las molestias corporales intervienen en el sueño al punto de despertarnos, etc. Todo ello es verdad, pero el sueño mismo no depende del cuerpo físico, como sí la vigilia, que exige de la persona comida, bebida, esfuerzo físico, reposo, abrigo, salud, higiene, posiciones del cuerpo según la actividad, buen funcionamiento de los sentidos físicos y de los órganos corporales, etc. En el sueño todas estas condiciones son superadas, y cuando no lo son, tienen otro sentido. Incluso una persona muy enferma puede soñar que está con plena salud y gozando de la existencia.
El sueño es un fenómeno paralelo a la existencia física, aunque vinculado a ella, pero no dependiendo de ella. Esto es igual a la relación que hay entre el fin y los medios, por ejemplo, la alimentación y los instrumentos de la comida. Si bien los medios permiten el cumplimiento de aquello para lo que sirven, el fin tiene independencia por sí mismo, pues si no la tuviera, aquellas cosas que llamamos “medios” no existirían como tales.
El cuerpo es una entidad al servicio del alma o espíritu, como la escalera está al servicio de la ascensión. Y entonces proponemos un tercer precepto de la psicología orientativa: Toda la vida psíquica tiende a su completa autonomía, que se identifica con la plenitud o felicidad total.
Por otra parte, mientras que el cuerpo es estático en la mayor parte de su existencia, es decir, alcanza su desarrollo total y se detiene allí, el alma o conciencia no lo es sino que está en permanente cambio. Este constituye el cuarto precepto de nuestra psicología. Dicho cambio no solamente es individual sino también colectivo. Creemos que la existencia humana está como en un banco de prueba, y que finalmente habrá una renovación de esa naturaleza, gracias a la cual las condiciones actuales se transformarán totalmente, de lo que ya existen evidencias. Este es un proceso universal en el que intervienen todas las culturas, que requiere tiempo y transformaciones que se están produciendo paulatinamente.
Pese a la negatividad de la existencia actual de la humanidad3 no es posible retrasar el cambio verdadero que se avecina. Esta es la verdadera y necesaria universalidad, que se concretará inevitablemente. La universalidad falsa es el predominio de la ignorancia e inconciencia del hombre acerca de su verdadero ser.
1.- Llamamos en este trabajo “psicología positiva” a la psicología moderna, que se desarrolló con pretensiones científicas a partir de Wundt, Herbart, Fechner, Ribot, Charcot y otros, con sus investigaciones positivas (materiales) del vínculo entre la fisiología y la psicología, y que recibió un espaldarazo decisivo con la teoría de Darwin sobre el origen de la especie humana, para culminar en las creencias de Freud y sus especulaciones sobre la psiquis, la libido, y posteriores derivaciones.
2.- Psicólogo suizo (1875-1961) fundador de la “psicología analítica”, quien originariamente siguió a Freud, pero después discrepó con este (como lo hizo también A. Adler) para crear una nueva orientación en psicología que valoriza la experiencia espiritual de los pueblos, encuentra otro sentido a los sueños, se introduce en el simbolismo, y propone la concepción del “inconsciente colectivo” y de los arquetipos o formas mentales fijas que predominan en la conciencia humana.
3.- Nos referimos a la globalización económica, el desarrollo de las grandes armas, y el predominio de las grandes potencias, que propenden a una falsa universalidad.
INTRODUCCIÓN.
LA VIDA PSÍQUICA.
Características de la vida psíquica.
Existen muchos métodos que han querido conocer la psiquis humana desde diversos ángulos. Los pueblos antiguos tanto como los primitivos, los que practicaron las artes ocultas, como los artistas, los filósofos, los políticos, cada uno de acuerdo a su interés, han hablado sobre la psiquis de formas muy diferentes, y a veces contradictorias unas de otras. Uno de esos puntos de vista es el materialista que no la vincula con nada trascendente.
No obstante, a pesar de todos los puntos de vista que ha habido en la historia, todos conocemos qué es lo que queremos decir con “yo”, o “yo mismo”, o “mí” (como pronombre), o “mi” (sobre una cosa nuestra), y sabemos que la psiquis es algo que está “dentro” de nosotros, no algo “externo”.
Y podemos también observar que a pesar de que la psiquis es algo “interno” con lo que nos manejamos todos los días, ella sin embargo es desconocida para la mayoría de nosotros, o al menos parcialmente desconocida, para no exagerar. Muchas veces nos encontramos actuando con ira, o reaccionando de una manera automática, o sintiendo miedo, u otra de las emociones que nos sacuden, sin que podamos dar cuenta de nosotros mismos. Entonces, a pesar de la intimidad en que se encuentra la psiquis en nosotros ella no es fácilmente captable por nosotros mismos, y a pesar de que pensamos “esta persona (o conciencia) soy yo mismo”, en realidad en ciertas ocasiones descubrimos que ella no nos resulta muy conocida.
También podemos comprobar que es muy importante en nuestra vida conocernos a nosotros mismos, que ello no es un saber más, igual a cualquier otro, como conocer un objeto, una ciencia, o un arte, o conocer los átomos, o la materia, o la química, o la física, o un país, o quien gobierna, o la ideología de un partido, etc. Conocer la psiquis es algo totalmente distinto, porque por medio de ella conocemos todas las cosas. Es como un gran escenario donde se presenta todo, aunque por lo general a ese escenario mismo no lo conozcamos bien, a pesar de que decimos que el escenario es nuestro, y que, además, nosotros mismos somos ese escenario. ¿Cómo es posible esto?...
La hondura del conocimiento de la psiquis.
Aparte de nuestra ignorancia sobre la conciencia, cuando conocemos algo de ella nos damos cuenta de que no podemos conocerla en toda su profundidad. Ella es como un horizonte que nos llama a descubrirlo, pero cada vez que vamos más adelante, y nos acercamos a lo que creemos que es su término, entonces otro horizonte aparece más lejos todavía, y así sucesivamente.
Si la conciencia fuera una cosa como el resto de las del mundo, como una manzana, por ejemplo, la abarcaríamos fácilmente, y podríamos decir que en determinado momento concluiríamos de conocerla. No es posible decir esto de la conciencia, aunque ella es algo que nosotros podemos experimentar todos los días, es nuestra naturaleza humana. Pero encontramos que es ilimitada, y que su conocimiento es algo absoluto, infinito, y que en consecuencia, nunca concluye. Y a pesar de que el hombre se obnubile con muchas cosas falsas, y que en el escenario de su psiquis instale una fantasía, ese escenario es la manifestación de lo absoluto en el hombre. Este es el significado de la conciencia y de su conocimiento.
En conclusión, primero somos ignorantes de nuestra propia psiquis; segundo en tanto que la conocemos, y cada vez que lo hacemos más, nos damos cuenta de que nunca podremos agotar ese conocimiento.
El recuerdo: estado de conciencia.
La “personalidad” que nos creamos, la máscara social que usamos, la apariencia que queremos dar, o lo que uno mismo se quiere hacer creer que es, todo eso no es real. El yo o ego vive en la dualidad, lo cual experimentamos diariamente. Por el contrario, la unidad es lo que hace real a todas las cosas. Cuando algo se unifica es real, cuando se duplica, existe ambigüedad, apariencia y dispersión. El recuerdo de sí mismo es lo contrario a vivir en la apariencia y el olvido, y nos conduce a la percepción de lo que somos realmente. Este recuerdo tiene muchas formas, y es parte del autoconocimiento, o bien es el autoconocimiento mismo.
Son tres los aspectos esenciales del conocimiento de sí mismo: Recuerdo, autodominio, y autoconocimiento, a lo que debe agregarse la concentración. El autodominio constituye la superación de los actos automáticos, para que nuestras acciones tengan significado, que no nos dejemos arrastrar simplemente por las tendencias, y ya no procedamos como irracionales.
No son tres etapas diferentes, porque cuando uno más avanza en el recuerdo de sí mismo, más va logrando el autodominio y en el autoconocimiento. Los tres van progresando juntos, como tres vagones de un mismo tren, no obstante que cada uno depende del otro.
¿Que significa actuar “automáticamente”? Es actuar inconscientemente, sin percatarnos del verdadero sentido de nuestros actos. Debemos superar los actos automáticos y alcanzar la conciencia del acto en que estamos, lo que nos permitirá “estar en presente”, ser de verdad concientes de nosotros mismos. Ello se debe aprender.
La dualidad o duplicidad no es una condición artificial de la conciencia, creada por nosotros al fragor de la vida diaria, sino que por el contrario es la condición natural con la que nacemos, y la condición de todo conocimiento. Somos esencialmente entes cognoscentes, pues sin el conocimiento no seríamos humanos. Pero él se presenta en dualidad, nos ponemos ante el objeto cuando conocemos el mundo, o bien ante nosotros mismos si intentamos vernos. Aparte de estas dos posibilidades, del conocimiento de los objetos o de nosotros mismos, no está a nuestro alcance conocer nada, más allá de la percepción sensible y de la intelectual (de los sentidos y de la intuición), excepto que existen fenómenos paranormales de otro origen.
Así, la condición del conocimiento es la duplicidad, y la condición de la conciencia, que es sólo un estado de conocimiento, también lo es. Esta duplicidad es la primera experiencia del ser humano desde que comienza su existencia, la primera forma de reconocimiento niño-progenitor, que luego se prolonga en la dialéctica sujeto-objeto.
La duplicidad puede perdurar en tanto no intentemos conocernos a nosotros mismos por nosotros mismos y no por otra cosa (como sucede con el conocimiento que obtenemos de nosotros por medio de los objetos). Cuando nos dirigimos hacia el autoconocimiento se produce el primer rompimiento de la duplicidad. Esta primera experiencia de autoconocimiento solamente es superada por el conocimiento trascendente o infuso (en el sueño, la visión real, etc.). En conclusión, el recuerdo de sí, junto al autodominio y al autoconocimiento, constituyen tres momentos inseparables y mutuamente dependientes.
La importancia de los actos.
Actuamos continuamente, desde que nos despertamos hasta que nos dormimos, y aún cuando estamos dormidos soñamos con acciones. Esta es la materia prima de nuestra existencia, materia que debe estar en armonía con el universo significativo, no solamente con el mundo humano y material.
Es posible ponerse en armonía con el mundo humano y material, para ello actuaremos de acuerdo a quienes nos rodean y a las circunstancias, observando ciertas normas que creemos eficaces en la sociedad humana. En caso que nos abriguemos o nos desabriguemos obedecemos a situaciones objetivas de la naturaleza. Pero hay leyes sutiles, normas del espíritu, con las cuales debemos estar en armonía. Para captar el bienestar hay una forma, y para captar el malestar hay otra. Si uno quiere atraer males puede hacerlo con sus acciones, y si quiere atraer bienestar puede hacerlo también con sus actos.
¿Cómo surgen las acciones? De dos formas: O bien “automáticamente”, sin poner conciencia, en estado de olvido, o bien a conciencia, en estado de presente, y sabiendo qué resonancia tienen, no solo materialmente, sino también en cierto orden sutil. Uno es el que elige, pero para eso debe adoptar cierta forma de vida.
Se puede preguntar: “¿Por qué sujetarse a ciertas normas de vida si podemos gozar de completa libertad, y hacer lo que queremos?...” Creer en esto no descarta el hecho de adoptar un modo de vida, que bien se lo inventa cada uno (o cree que lo inventa porque en realidad se lo impone el medio, que le induce a creer que lo está adoptando libremente. Esto es muy diferente al modo de vida que conduce al autoconocimiento), o bien lo adopta por tradición. Si se sigue una ideología política, o una filosofía, esto determinará pautas de vida; si se sigue a un amigo avispado, seductor, irá influyendo para que adoptemos sus pautas. Uno creerá que el modo de vida lo está eligiendo libremente, cuando en realidad actúa automáticamente. Lo difícil es nuestra inconciencia que no nos permite seguir lo verdadero, aunque esto nos resulte evidente.
En conclusión, la conciencia humana tiene algunas características, como el deseo y las tendencias. Para alcanzar la felicidad es fundamental dominar esas fuerzas sin aniquilarlas, satisfacer los deseos en su justa medida, y combatir las tendencias que van más allá de lo que nuestra moral acepta. Pero es difícil para la conciencia combatir las pasiones y satisfacer en su medida justa los deseos. Ella es como una balanza que debe estar equilibrada, pero normalmente no lo está, y lograr su equilibrio es algo muy dificultoso. Una balanza demasiado sensible, a la que cualquier soplo desequilibra, y la pasión es como un viento, y el deseo se parece a los pesos que nunca están exactamente equilibrados en uno y otro plato.
Nuestro objetivo es alcanzar un conocimiento de la conciencia que nos permita conocer nuestra propia realidad. Deseamos existir y conducirnos de acuerdo a ese conocimiento, porque nos lleva a la felicidad. No nos interesa estudiar patologías, sino comprender al hombre y vivir en plenitud, en armonía a nuestro conocimiento sobre nosotros mismos. Si todos los hombres fueran más o menos psicópatas, ello no nos otorgaría ninguna seguridad sobre nuestro destino y significado, ni permitiría a los mismos psicólogos alegar ninguna autoridad sobre su profesión, pues tampoco ellos estarían sanos del todo. Por el contrario, existe un estado normal de la conciencia, aunque en cambio constante, y con la necesidad de una permanente corrección, lo cual justifica la existencia de la psicología que nosotros proponemos, “la psicología orientativa”.
Para algunos psicólogos no existe en realidad algo equivalente a la “salud mental”, siendo este asunto, para ellos, completamente subjetivo e indeterminable. Pero es de suyo contradictorio pretender cierto conocimiento sobre la conciencia negando al mismo tiempo su estado normal. Meditemos: Si existe algo que se llama “alma”, o “psiquis”, o “mente”, o “conciencia”, sea como fuere concebida, y tal ente o fenómeno -como quiera considerarse- está compuesto de ciertas facultades, funciones, estados, etc., que pueden ser conocidos y hasta medidos; si además podemos experimentar en nosotros mismos esa realidad, ¿cuál es el motivo por el que no puede ser conocido su estado de buen funcionamiento y desarrollo, su salud, y las condiciones que ésta requiere? Este error sólo se debe a la ignorancia y al intento de negar algo verdadero por razones de índole “ideológica”, no científica.
Observamos además que aún algunos psicólogos que afirman la existencia de una condición normal de la psiquis no presentan ninguna idea práctica (orientativa) acerca del asunto, y se remiten también a los estados anormales y patológicos para explicar los cambios que en la conciencia se producen. El resultado es así el mismo: Se desconoce la realidad íntima de la conciencia. Lo contrario a esto conduciría a reconocer otras formas del conocimiento, que la psicología materialista impugna o niega, y peor aún, equivaldría a que ésta reconozca su propio fracaso.
Existe, en cambio una antigua ciencia que se ha desarrollado en todas las culturas verdaderamente genuinas, que presenta las mismas ideas en todas ellas, a pesar de que no es evidente un vínculo directo entre sí. Es un conocimiento de la conciencia en las tradiciones más antiguas, en la filosofía clásica, en los modos de vida de los pueblos, en ciertos ritos, etc. Esto nos permite hacer algunas afirmaciones sobre el origen, la subsistencia y el desarrollo de la conciencia. Pero para poder comprender nuestras afirmaciones es necesario, sobre todo, despojarse del prejuicio de que la psicología materialista es la autoridad máxima y definitiva en el conocimiento del hombre, y que todo el pasado ha sido error e ignorancia. Este mismo prejuicio, en realidad, constituye él mismo el arquetipo de la ignorancia.
Capítulo primero.
El conocimiento de la conciencia.
Idea general sobre la conciencia: Sus tres aspectos.
Debemos plantearnos la cuestión de cuál es la realidad de la psiquis, basándonos al respecto en las experiencias concretas de nuestras vidas. La palabra “conciencia”, o “psiquis”, o “mente”, o “alma”, según sea la elección del que la usa, indica un ser autónomo (que somos nosotros mismos), ejerciendo su voluntad, experimentando cambios, ser que tiene sucesivos estados, tanto satisfactorios como indeseables. Es alguien que se mueve y modifica, que está en permanente cambio.
Como el resto de las cosas parece estar constituido de “partes”, si es que así podemos decir. Identificamos en él al ego como su “parte” exterior y ordinaria, a la reflexión como un estado intermedio, y, por último, al espíritu, su estado pleno. A este conjunto de tres aspectos de la psiquis, cada cual más refinado que el anterior, es a lo que llamamos en un sentido amplio “conciencia” o “alma”.
Los tres aspectos que hemos mencionado (ego, reflexión y espíritu), constituyen una sola y misma realidad, con tres aspectos diferentes, pero unidos inseparablemente. Esto lo podemos comprobar en cada acto particular, en cada estado psíquico, o en cada uno de nuestros pensamientos.
Además de esto, tenemos determinadas facultades comunes, los sentidos, la voluntad, la memoria, etc. La “conciencia” o “psiquis” no es más que el lugar donde se produce todo tipo de actividad psíquica, como lo son los pensamientos, los estados psíquicos, las emociones, etc., aparte de poseer por sí misma cierto número de facultades, como los sentidos, la voluntad y la memoria.
Lo más importante en la conciencia es el movimiento y no las “partes” fijas (como los sentidos), pues en el movimiento consiste toda su existencia. Podemos compararla con un mar permanentemente agitado, que muestra una superficie en continuo movimiento, una parte media de gran variedad de formas, también en permanente movimiento, y una gran profundidad quieta y pobre. La parte inquieta, como la superficie marina, corresponde a los pensamientos, la parte media, con múltiples formas en permanente cambio, corresponde al plano de los sentimientos, emociones y deseos, y la parte inferior, más bien quieta y pobre, corresponde a las funciones en sí mismas fijas, como los cinco sentidos.
En nuestro estado habitual de conciencia, cuando no estamos dormidos, este orden aparece invertido, teniendo mayor importancia lo exterior (las funciones), debido a su permanente actividad de entonces y a la necesidad que de ellos se tiene, y en consecuencia a su predominancia. En ese periodo tiene menor evidencia lo interior (pensamientos, sentimientos, emociones y deseos) que entonces se ocultan.
Gracias a esta “inversión” pasamos del estado de sueño al de vigilia, de estar dormidos a estar despiertos. Este cambio es como si nos dieran vuelta de pies a cabeza, y por eso lo comparamos con un vuelco o “inversión”. Ello causa muchas confusiones en el estado de la conciencia, y constituye una clave esencial para su conocimiento.
Los tres estados.
La conciencia tiene además tres estados, en primer término, el estado de aislamiento en el cual se separa y se ensimisma, sin necesitar de nada ajeno a ella para desarrollar su actividad. Esto sucede notoriamente en el sueño, la ensoñación, la hipnosis (donde lo exterior lo recibe pasivamente), el desmayo, el sonambulismo, y otros estados similares.
En segundo lugar, presenta el estado habitual de conciencia, cuando ella desarrolla su actividad psíquica de vigilia, y en la que se produce lo que llamamos “inversión”. A pesar de ser considerado como su estado normal, o de “plenitud de conciencia”, constituye, en realidad, un estado defectuoso en relación a la conciencia misma.
Por último está el estado de plenitud de la conciencia, cuando ella llega a una actividad en armonía consigo misma y con lo que la rodea. Este se alcanza gracias al autoconocimiento o conocimiento de sí mismo. Como es lógico, debido a las dificultades en obtener este estado, algunos tratan de alcanzarlo por medios artificiales, como el alcohol y la droga, lo cual es pésimo en sí mismo, ello sin contar las adicciones no químicas, como la adicción al juego, al sexo, o al trabajo, entre otras, por ejemplo.
La psicología orientativa y la vida psíquica.
La conciencia experimenta lo que llamamos “la vida psíquica”, que constituye la actividad en conjunto de todos los aspectos y facultades que antes mencionamos, ego, reflexión y espíritu, y los estados de aislamiento, el de conciencia habitual, y el de plenitud de conciencia.
Como manifestación de la vida psíquica la conciencia tiene un origen, una subsistencia, y un desarrollo psíquico. La psicología orientativa4contesta a todas estas cuestiones, y nos brinda un conocimiento trascendente, profundo, que es tanto o más necesario que el conocimiento que plantea la ciencia materialista.
Para comprender la vida de la conciencia debemos referirnos además a algunas características que ella presenta, su atemporalidad, su unidad y continuidad, y por último su regularidad todo lo que pasaremos a explicar. La atemporalidad implica su independencia de los fenómenos materiales de diversa índole.
El origen de la conciencia es atemporal, lo que queda demostrado, en primer lugar, porque no encontramos en el pasado ninguna causa natural preexistente que sirva de causa de la vida psíquica, y nos permita afirmar que ella existe debido a determinados fenómenos de la naturaleza.5 Ciertas características de la vida psíquica, como la inteligencia, no pueden haberse originado en la naturaleza, pues nada hay en ésta que nos permita inferirlo, ni aún cuando tratemos de derivarlas de los animales. Como sabemos, existe entre el hombre y el animal una distancia cualitativa que no pudo ser explicada hasta hoy, sea del orden de la inteligencia, o del pensamiento abstracto y simbólico, del habla, de la imaginación prospectiva, o de una habilidad técnica superior. Pero si insistiéramos en ver en los animales el origen de nuestras características psíquicas, no haríamos más que desplazar el problema de nosotros a ellos, sin resolverlo.6
Si bien la conciencia se desarrolla en el tiempo, las variaciones de la experiencia que nosotros tenemos del tiempo, según los estados y circunstancias que vivimos, es algo evidente en la vida psíquica, lo que prueba que su origen es independiente del tiempo. Dos individuos pueden vivir simultáneamente experiencias temporales totalmente diferentes, incluso referidas al mismo objeto o hecho. Aparte de lo ya mencionado, ciertas experiencias psíquicas muy comunes, como la precognición, que no es solamente un don especial de algunos elegidos, o el mensaje de los sueños (que pueden traernos la inspiración de ciertos conocimientos), etc., muestran que la conciencia tiene un origen atemporal evidente. Por último, los mismos estados de letargo, ensoñación y sueño, nos desconectan del tiempo común, y nos introducen en un “no-tiempo”.
Además, las vivencias psíquicas no son dimensionales, es decir no se pueden medir como se mide el peso de un cuerpo, o la intensidad de la visión de una persona. Lo que se dice medir en la psicología moderna son ciertas capacidades humanas, como la memoria, por ejemplo. La vivencia es interna y muy compleja, varía de un individuo a otro, y frecuentemente los datos externos que se miden indican lo contrario de lo que experimenta el individuo.
Es cierto que la conciencia tiene una determinada cualidad energética, como se puede comprobar a través de ciertos instrumentos, lo cual hoy debe reconocer la ciencia, pero dicha cualidad no puede identificarse directamente con el tiempo y la materia, porque no se comporta de ese modo.
Son conocidas las propiedades de la materia, la extensión, la divisibilidad, la inercia y la impenetrabilidad, todas las cuales implican la existencia temporal de cualquier cuerpo que sea. La conciencia no presenta estas propiedades, y por el contrario las contradice a todas.7
La divisibilidad es imposible en lo que entendemos como “conciencia” puesto que ésta es un todo homogéneo. Podemos identificar en ella aspectos y funciones, facultades y estados, pero todo dentro de una unidad inescindible. La inercia es contraria a la voluntad, facultad por la cual el hombre se autodetermina. La impenetrabilidad no es aplicable a la psiquis, puesto que en esta coexisten estados diversos al mismo tiempo y en el mismo “lugar”. La extensión no tiene el mismo significado para la conciencia que para el cuerpo.
El ejemplo máximo de esta atemporalidad de la conciencia es el del sueño, en el cual para que el tiempo exista, según comúnmente lo consideramos, y tenga cierta “consistencia”, debemos estar concientes de él en la vigilia.
En conclusión, la conciencia no presenta los atributos que definen a los cuerpos, ni aún hipotéticamente, y por ello se puede afirmar su atemporalidad. Su origen es distinto al de los cuerpos, y se encuentra más allá del plano espacio-temporal que define a éstos.
Empero, el conciencia es un todo continuo, no presenta soluciones de continuidad sino excepcionalmente, y ésta es su segunda característica. La discontinuidad significa interrupción, y nosotros percibimos por el contrario un ininterrumpido flujo de pensamientos, sentimientos, emociones, deseos, etc. Tampoco el sueño puede cortar tal flujo de la actividad psíquica, y es en el sueño, quizás, donde él adquiere mayor libertad. Al respecto sería inútil ofrecer evidencias, debido a lo comprensible que ello nos resulta por experiencia propia.
Una tercera característica de la conciencia es la regularidad con que se desarrolla la vida psíquica, sobre la base de la sucesión de causas y efectos. La conciencia forma una cadena en cualquiera de sus aspectos, lo cual tiene que ver estrechamente con la mencionada continuidad.
Son características de la vida psíquica, en síntesis, el origen atemporal, su unidad y continuidad, y la regularidad o causalidad de la actividad psíquica. La unidad y la continuidad representan a la subsistencia psíquica, pues de no tener esas características, como cualquier otro ente, la conciencia no podría existir. La causalidad representa el permanente desarrollo o movimiento de la psiquis.
Más adelante nos referiremos a otros tres componentes necesarios de la vida psíquica, el tiempo, el lugar y el estado.
4.- Así llamaremos al estudio de la conciencia o psiquis que a semejanza de la medicina preventiva se ocupa de los estados normales de aquella.
5.- En tal sentido, el problema del origen de la conciencia es el mismo que el del origen de la vida, cuyo primer eslabón no es explicable por la vía de la investigación científica, aún cuando la ciencia pueda demostrar la sucesión y continuidad de diversas formas de vida, unas como derivadas de otras. La vida misma, en su mínima expresión, no es explicable necesariamente, pues su aparición no depende de su posterior desarrollo. Esto sería como explicar la causa por las consecuencias.
6.- Hay quienes en el extremo de la fantasía no creen que el origen de nuestra vida y cualidades psíquicas procedan de los animales, sino que, más actualizados, lo atribuyen a los “extraterrestres”, trasladando el problema a un plano aún más difícil de concebir y resolver.
7.- Sin embargo, existe un abuso en el idioma a causa de cierta inclinación materialista, que califica indebidamente de “materia” o “material” a muchas cosas, sin que lo sean de verdad. La teoría materialista no es en la actualidad solamente una posición doctrinaria, sino que se ha transformado en una concepción generalizada y errónea en cuanto hace a la conciencia.
Capítulo segundo.
1. Divergencias entre la psicología orientativa y la positiva.
La psicología positiva moderna admite la situación de hecho en que se encuentra el ser humano, y trata de superar sus desequilibrios mediante el reconocimiento por parte de él de su estado. No comunica una visión profunda de la causa real, pues ello supone una idea de la salud, un modelo o paradigma que la psicología positiva no utiliza. En definitiva, ella no presenta una alternativa moral ante el desequilibrio psicológico, en tanto no tiene realmente una perspectiva moral basada en un paradigma humano. Ayuda al individuo en la identificación y la crítica de una situación particular limitada, pero no a hallar la causa profunda de sus desequilibrios emocionales, a captar la situación total de la conciencia, sino la interpretación parcial y limitada de un hecho, o de una serie de hechos. Describe una situación dada y ayudar al individuo a tomar conciencia de esa situación, qué es lo que le apremia, y en consecuencia a tratar de superarlo y a adecuarse a convivir con ello. La causa real no la descubre.
En cambio, la psicología orientativa lleva al autoconocimiento, enseña cuáles son las ilusiones en que se cae con frecuencia y que conducen al fracaso. Sus efectos son inmediatos, y su práctica debe ser necesaria.
A pesar de todo, la psicología positiva utiliza medios desarrollados desde antiguo por las culturas en general, en especial el de llevar a la conciencia del individuo lo que lo perturba, reconocer la causa de su situación. Esto no supone determinar la causa real de la inestabilidad o del malestar.
Aún más, cierto tipo de psicología no considera que el ser humano necesita alcanzar nada superior a lo que tiene, y que tal como se encuentra está en el mejor de los estados, excepto que todo tipo de “represión” o continencia le produce insatisfacción. Para ella el autoconocimiento tampoco tiene significado, lo único que necesita el hombre conocer de sí mismo son sus ataduras psíquicas que le impiden cumplir sus deseos. La tarea principal que se propone dicha psicología es eliminar todo tipo de “condicionamiento” ético-psicológico, excepto los condicionamientos instintivos a los que considera como la parte realmente importante del ser humano. La “conducta normal” para ella es la que nace de los instintos, se transmite a los pensamientos en el nivel consciente, y termina por avalar un orden general de cosas que consagra la indiferencia moral.
En realidad, esa psicología produce el efecto contrario al que cabe esperar de ella, y al que las personas creen conseguir por su intermedio, y lleva sin duda al aumento de la ilusión y de los errores.8
No descartamos el hecho de que un desequilibrado pueda encontrar un primer efecto bienhechor, porque algunos de los métodos de aquella psicología son correctos. Sobre todo, el hecho del mero reconocimiento del problema por parte del afectado, y su iniciativa de curarse, son ya parte de la curación, en la cual la psicología positiva no participa directamente. La técnica de hacer consciente el problema es curativa por sí misma, independientemente de la interpretación que el psicólogo pueda hacer de ello, y también de la administración de ciertas terapias basadas en cualquier interpretación, aunque sea errónea.
Por cierto, existen muchos otros aspectos del asunto, factores que la psicología positiva aprovecha para subsistir y extenderse, y que provienen del modo de vida que ha producido el mundo técnico, un modo de vida caótico, incoherente y en gran parte destructivo, debido al cual el ser humano ha perdido la razón de ser de su existencia. Por ejemplo, la atomización de la familia, la pérdida del sentido de la existencia (respecto de uno mismo y del resto de las cosas), la opresión social que ha destruido el medio adecuado para el desarrollo de una persona armónica e integrada en sus diversas facetas, la degradación de la educación y de la cultura en general, el aislamiento del individuo, sometido a la velocidad, al cumplimiento de horarios, a la masificación, a las penurias económicas, sociales, etc., el desarraigo del individuo respecto de su medio natural, y podríamos sin duda citar más negatividades como estas, y más importantes quizás.
Todos estos problemas han facilitado la tarea de la psicología positiva, aunque ella crea que su labor consiste en superarlos. Su tarea, en realidad, consiste en adaptar a los individuos a un medio de ese tipo, paliando supuestamente sus malos efectos.
Uno de los puntos básicos de su tarea es transformarse en un sucedáneo de la religión, porque la decadencia de la religión en occidente, cuyas causas no son materia de esta investigación, facilitó el auge de aquella psicología como sucedáneo.
Otro aspecto es que en la medida en que los motivos de inestabilidad emocional y de enfermedad no pueden ser superados, ni por el individuo por su cuenta, ni por la psicología positiva, ésta incentiva los motivos de satisfacción psíquica, como un medio de paliar la angustia, pero esa misma incentivación termina a la larga por producir el efecto contrario, y aumenta en realidad la enfermedad.
De hecho toda utilización de elementos químicos para la terapia psicológica, como los psicofármacos y psicotrópicos, demuestra la incapacidad y el error de los terapeutas, a menos que se trate de un caso de demencia declarada, no psicológico sino psiquiátrico. De lo contrario, es un gran error administrar drogas por problemas que se deben superar en el nivel psíquico, tal cual se presentan. Los paliativos son entonces un engaño. La psiquis debe encontrar en sí misma su remedio, y todo recurso externo significa paliativo y alienación.
2.- El factor sexual y la interpretación psicológica.
Sin duda que uno de los mejores recursos para calmar la ansiedad y adaptar al individuo a su medio es incentivarle la satisfacción sexual. De modo que ciertas terapias psicológicas se centran en ello, porque hay un entendimiento expreso de que el mayor logro de la psicología es haber descubierto que todos los conflictos humanos, en última instancia, se reducen a una perturbación sexual, y se pueden superar por esa vía.
No dudamos sobre que la energía sexual que desarrolla el ser humano es una de las fuerzas más formidables que existen entre los seres vivos, en especial en el hombre, pero ello no significa que esa energía explique todas las cosas, y que se aplique a todos los asuntos. Sostener esto equivaldría a pretender que una función tan importante como la alimentación, sin la cual es imposible que el ser humano viva, puede resolver todas las enfermedades.9
El hecho de que la sexualidad tenga la importancia que tiene en la vida de los hombres, debido a la fuerza que desarrolla y al poder que ejerce, es el que nos debe obligar a controlar esa energía para que no sea perjudicial, porque como todos sabemos, componentes psíquicos de esa especie, como el sexo, o físicos, como el de la alimentación, o anímicos, como el afán de poder, pueden desequilibrar el desarrollo del ser humano y condenarlo al fracaso. Esto exigirá de nosotros una perspectiva ético-psicológica, y no solamente una perspectiva psicológica exclusivamente. La ética nos permitirá una visión del hombre desde el punto de vista de la totalidad, no de la situación parcial, que nos planteará el objetivo de lograr su felicidad, no sólo su adaptación psíquica. Este es el contenido de la psicología orientativa.
Y existe, por otro lado, un presupuesto básico en toda situación psíquica, y es que siempre el mismo individuo genera un “contexto psicológico” propio, puesto que el problema no es distinto a la solución. En toda situación psicológica la causa de la perturbación es de la misma naturaleza que la solución, y el medio en que necesariamente se presentan son la imaginación, las ideas, los pensamientos. En cambio, en las perturbaciones físicas las causas y los remedios son generalmente de distinta naturaleza. Esto determina que el mismo individuo perturbado psicológicamente condicione el desarrollo de su reposición generando un “contexto psicológico” en el que él cree que se encuentra la solución, lo mismo que cuando la persona se automedica físicamente con hierbas de su labranza.
De este modo, si el terapeuta le induce a creer que la causa de su perturbación es de tipo sexual, y el individuo cree en ello, genera inmediatamente aquel contexto donde ubica su situación, y en el que supone que se encuentra su restablecimiento. Por eso existen tantas propuestas psicológicas diferentes para los mismos problemas.
Y por último, es posible que debido a la interpretación psicológica generada por el individuo se alcance alguna solución a su problema, pero esta solución será transitoria, no profunda, no concluyente, y el problema se irá extendiendo en el tiempo tanto como el individuo o su terapeuta lo requieran.
Hemos mencionado lo que llamamos “interpretación psicológica” que es un presupuesto necesario para cada situación psíquica, entendiendo por “situación psíquica” el estado transitorio pero necesario que tiene la vida psíquica, como si fueran átomos de ella. Así existirán necesariamente en toda vida psíquica: Tiempo, lugar, y estado psicológico, tres factores que determinan la “situación psíquica” (el “qué” de la conciencia), que exigirá necesariamente una “interpretación psicológica”, que si no la hubiera no existiría conciencia, pues toda la vida psíquica es solamente conocimiento.
Decimos “psíquica” para todo lo objetivo de la vida psíquica, como lo son el tiempo y el lugar, y el necesario estado, sin el cual no existe vida psicológica; y decimos “psicológico” de todo lo predominantemente subjetivo, como el contenido del estado psicológico, y la interpretación que le otorga el individuo.
Se echará de ver que no mencionamos la interpretación que el terapeuta hace de la situación psicológica de un individuo, porque esta otra interpretación es exterior al problema y al individuo, aunque se presente como científica. Y no interesa tanto la escuela u orientación del terapeuta para el descubrimiento de las causas reales de la perturbación, cuanto su influencia en inducir la interpretación del afectado. En definitiva, la perturbación toma el color del contexto que el individuo genera para su propia situación psicológica, pero puede ser influida por la interpretación del terapeuta.
Por fin, otro problema, que necesariamente gravita negativamente, es el del estado psíquico del psicólogo mismo, que sin duda debería ser óptimo. Esto no sucede, y parte de ciertos “curanderos del alma” están muy desequilibrados. Por esta causa lo más probable es que no comprendan lo que proponemos.10
3. Los condicionamientos y la culpabilidad.
Otro de los problemas que se presentan con la psicología positiva moderna, a lo que ya nos hemos referido en parte, es el de los “condicionamientos psíquicos”. Con esta palabra ciertos psicólogos pueden explicar todas las cosas, desde sus propias ignorancias hasta el mayor de los problemas psicológicos.
Según cierta psicología materialista más extrema todo tipo de condicionamiento es negativo, pues insatisface al hombre y lo lleva a la angustia. Esto es un error, pues así como para la vida física necesitamos de ciertas condiciones, como la buena alimentación, el abrigo, el movimiento del cuerpo, etc., también para el buen desarrollo de vida psíquica necesitamos determinadas condiciones aptas. Lo expuesto se debe a que esa psicología no tiene perspectiva ética.
Al respecto se plantea el tema de la culpabilidad. Según cierta psicología positiva es un “autocastigo”, si así puede decirse, que se inflige el hombre a sí mismo. Cada vez que el sentimiento de culpa surge en él debe ser eliminado en lo posible, para lograr así equilibrar el estado anímico.
La psicología positiva ve el origen de la culpa en la socialización del hombre, la cual se produce por medio del premio y del castigo, como resultado de la conducta. El niño comienza a ser estimulado hacia una conducta provechosa gracias al premio, sea este tangible o no, y a ser reprendido con un castigo. Cuando con los años tal procedimiento se interioriza se produce el sentimiento de la culpabilidad, cuando descubrimos que deberíamos ser castigados por un proceder nocivo.
La culpabilidad queda enmarcada así en un riguroso humanismo, tanto por su pretendido origen social (el bien de la sociedad humana tal cual ella se encuentra establecida), como por su desarrollo individual, o por su justificación emocional. Su origen no sería entonces espiritual sino social.
La enseñanza tradicional de las culturas en general dice que el origen de la culpa es anterior a la sociedad humana, y que esta sociedad se produjo, en cierto modo, como consecuencia de la culpa. En segundo lugar, la culpa está vinculada estrechamente con el origen del conciencia humana, y no sólo con la conciencia aislada que percibe un sentimiento de culpa, como resultado de algún mal hecho de propia voluntad, ni tampoco es solamente producto de la convivencia humana, es decir, de los prejuicios y creencias infundadas de la sociedad. Hay algo más que se vincula con la conciencia moral, que es independiente de los hechos, y es también anterior a ellos. Por el contrario, la psicología positiva moderna humaniza la culpa.
En tercer lugar, la consecuencia del desarrollo de la conciencia de culpa lleva a la felicidad o a la frustración, según la experiencia común, lo que para la psicología positiva no es causa determinante.
8.- Además, por este servicio esquilma a sus usuarios, porque como cualquier otro engaño es una estafa. Sus efectos bienhechores definitivos nunca se producen de verdad, y sin embargo su despojo de la pobre víctima es continuo. Es como una adicción.
9.- Ampliando el cotejo entre el factor sexual y la alimentación, uno en el nivel psíquico, otro en el nivel físico, cuando vamos a consultar a un médico por una enfermedad, y él nos dice: “Usted debe alimentarse ingiriendo tales o cuales alimentos”, eso no arregla toda la enfermedad. Entonces, decir que lo sexual arregla todas las cosas, o que esa es la interpretación de toda la vida psíquica, es una aberración...
10.- Y por lo demás, sus intereses económicos tampoco lo permitirán. Han hecho de su profesión un falso sacerdocio, y se venden al dinero, sin interesarse por las últimas consecuencias de sus actos.
11.- La palabra “condicionamiento” proviene de “condición”, aquello que se dice junto con otra cosa. Si digo “hombre”, pienso en “razón”, pues una de las condiciones humanas es tener “razón”. Si digo “pájaro”, pienso en “volar”, etc.
Autor: Prof. Ricardo C. Hesain.
La vida psíquica
ResponderEliminarLa mente abarca la totalidad de la vida psíquica. Los pensamientos conscientes del intelecto expresan el contacto superficial que se manifiesta en la realidad, siempre cambiante.
http://psicologia-terapias.blogspot.com.ar/2014/01/la-vida-psiquica.html#.UyT7t6h5Pdc