Los senderos del Dragón, los caminos de la Serpiente o las líneas Ley son los distintos nombres con las que son conocidas, desde tiempos prehistóricos, unas misteriosas alineaciones de energía, que se localizan en vórtices magnéticos en la mayoría de los lugares sagrados del mundo, como los círculos de piedras o monumentos megalíticos, iglesias, cementerios. Habrían sido construidas con algún propósito desconocido por pueblos prehistóricos y modificadas por el tránsito acuífero de los subsuelos o de las grietas de terrenos que entran en fricción. Las primeras leyendas conocidas de estas Líneas de Poder nos llegaron desde la Gran Bretaña prehistórica (ver artículo “Las sendas del Dragón“). Los Druidas creían que esta energía se deslizaba como una serpiente a través del suelo como las corrientes telúricas. La religión druídica creía que estas líneas telúricas son vías espirituales que recubren todo el planeta. Creían también que estas energías nacían del tránsito acuífero de los subsuelos o de las grietas de terrenos que entran en fricción, al igual que de los magmas subterráneos del planeta. Así pues, en la creencia druida; estas energías serían la manifestación misma de la vida sobre la tierra y el origen de su fertilidad. Algunos de sus lugares sagrados son Glastonbury o la catedral de Chartres, erigida sobre un antiguo bosque sagrado de los celtas galos. Una zona de vórtice energético en España puede encontrarse en la montaña de Montserrat, cerca de Barcelona. También se afirma que el camino de Santiago transcurre por una línea Ley.
Y en este artículo nos vamos a centrar en la Montaña de Montserrat: “Montserrat, Catedral de la naturaleza; Fuerza del Grial entretejida en la materia del mundo; yérguete audaz y desafiante hacia el cielo; como el ciprés en la plaza”. En el corazón de la provincia de Barcelona, y en medio de un paisaje de montañas de perfiles suaves y gastados, se alzan las audaces e imponentes formas del macizo de Montserrat. El interior de Montserrat permanece hueco y guarda dentro de sí todo un mundo interior que le conecta con otras dimensiones y otros mundos fantásticos. Es por esto que las formaciones de Montserrat son fantásticas, mágicas y desafiantes, como de otro universo. Las rocas de Montserrat son aglomerados endurecidos de cantos rodados, que parecen ser restos de una remota inundación planetaria, guijarros, barro y materiales sedimentarios. Existen en la formación de la roca de la montaña varios estratos claramente diferenciados entre sí por el diferente color de la piedra (más rojiza, más gris…) y por el grado de desgaste manifiesto. Se distinguen en la formación o creación de la montaña varios tramos, siendo generalmente los más gastados los que se hallan en las partes menos elevadas, mientras que los aglomerados más jóvenes y menos gastados son los que se hallan en las partes más elevadas e imponentes.
Montserrat está situada sobre la ribera derecha del río Llobregat, que es el río barcelonés por excelencia. Nace en la Sierra del Cadí, a más de 2000 metros de altitud y desemboca junto a la ciudad de Barcelona formando un amplio delta. A la altura de Montserrat el cauce del Llobregat se halla a una altitud de poco más de 100 metros sobre el nivel del mar. El pico más alto de Montserrat es San Jerónimo (Sant Jeroni), con 1224 metros. En la montaña destacan por su audacia las formaciones de la vertiente norte y oeste. Al extremo oeste, hallamos las “Agullas”, donde se acumulan incontables agujas de roca vertical en graciosa formación. Si desde las Agullas avanzamos hacia el este por el norte, encontramos La Cadireta en la región de los Frares. La Cadireta está situada en el extremo norte de la montaña, y la curva de la carretera que la bordea tiene una explanada que es un lugar ideal para la observación del cielo nocturno. La Cadireta tiene una forma muy curiosa y enigmática. De hecho, es una pequeña prolongación de 200 metros de la montaña hacia el norte. Un agujero triangular por el que pasan los últimos rayos del día, la atraviesa en la parte media, dándole el nombre de la Foradada. Y en la punta norte vemos una formación que es la imagen de la cabeza de un dragón legendario, mirando al norte, tal vez a la estrella polar. Más abajo, siguiendo por la Cadena de Les Pujades, hay una roca como un altar.
Toda la vertiente norte de Montserrat está formada por altísimas paredes y agujas de piedra que se elevan sobre las tierras bajas. Destacamos entre estas agujas el Cavall Bernat, que se eleva 1100 metros sobre el nivel del mar y que se halla sobre el pueblo de Monistrol, que está a 150 metros sobre el nivel del mar, junto al cauce del Llobregat. El Cavall Bernat es una altísima aguja de piedra, la más vertical, audaz y estilizada de toda Montserrat. La palabra Cavall (caballo), no es más que un recurso puritano para esconder el verdadero sentido de la verticalidad de toda esta catedral de piedra que es Montserrat. Un poco más allá, en el este de la montaña, encontramos el monasterio benedictino de Montserrat, situado a 721 metros sobre el nivel del mar. En la actualidad este monasterio es un centro turístico de primer orden. En la primera curva de la carretera en dirección hacia Can Masana, subiendo hacia la montaña, puede tomarse un caminito que nos lleva al pintoresco camino de “Els Degotalls” o “Las Goteras”. Este camino está repleto de mosaicos de diferentes vírgenes regionales de toda Cataluña. Tras veinte minutos de paseo se llega al recinto del monasterio.
El monasterio benedictino de Monserrat fue fundado en 1027 por el abad Oliva y está situado en la ladera meridional – este de la montaña. De la primitiva iglesia de estilo románico se conserva sólo el portal. En 1537 fue ampliada y restaurada dentro del estilo gótico. La actual iglesia data de la segunda mitad del siglo XVI y consta de una sola nave con doce capillas laterales. Las dependencias más antiguas del monasterio son del siglo XVIII ya que en 1811 el monasterio fue destruido por los franceses. Se dice que las tropas de Napoleón destruyeron el monasterio buscando el Santo Grial pero que no lo consiguieron encontrar. La imagen de Nuestra Señora se halla en el interior de la basílica y presidiéndola dentro de un camarín de estilo neorrománico construido en 1878 por Francisco de P. del Villar y decorado con vidrieras policromas y mármoles. Tallada en madera de álamo blanco, la imagen de Nuestra Señora data del siglo IX. De visita por todo el recinto de la basílica y el monasterio nos encontramos con turistas de toda Europa, principalmente franceses, alemanes, italianos, así como de países eslavos e hispanoamericanos.
Al fondo de la explanada donde se halla el monasterio hay una placita con dos ejemplares de tejo, árbol mágico desde la antigüedad. Todo este árbol es venenoso (y alucinógeno) excepto su fruto. En toda la montaña de Montserrat nos encontraremos con diversos ejemplares de tejo, algunos de los cuales, los situados en lugares más inaccesibles, son de edad y tamaño considerable. Debido a la calidad de su madera, la mano del hombre ha hecho desaparecer este árbol de las montañas de la región, pero en Montserrat ha sobrevivido gracias a la dificultad de acceso y de desplazamiento por el terreno. En esta mágica montaña lo encontraremos casi siempre en los espacios que quedan entre las formaciones verticales de piedra, como guardianes de los angostos pasos hacia las zonas más elevadas. Los árboles y el resto de la naturaleza siempre ocuparon un lugar muy especial dentro de la mitología celta, y es que a cada uno de estos se les atribuía poderes especiales que los conectaban con el mundo del hombre para una convivencia en beneficio de ambos, para subsistir como en una especie de simbiosis. Se sabe, por ejemplo, que el calendario celta estaba conformado por un grupo de árboles, entre los que se tenía también al tejo, que era uno de los elementos sagrados sobre el que descansaba parte esencial de la doctrina de los druidas y de toda la sociedad celta. Ello podría indicar una remota relación de Montserrat con el culto celta.
El tejo tenía asignado un mes dedicado al él específicamente, y es en donde se ubicaba el Samhain o Fiesta de los Muertos. Y lejos de ser un árbol temido por este significado, lo cierto es que es uno de los más importantes de los celtas, porque se hallaba directamente relacionado con el paso de las almas hacia el otro mundo luego de la muerte. Muchas costumbres populares nacieron desde entonces y han llegado intactas incluso hasta nuestros días, sobre todo en lo que se refiere a la relevancia del tejo en las almas de quienes han pasado a otra vida. En muchas partes de Gran Bretaña e Irlanda podemos ver un árbol de tejosembrado en cada cementerio. Y muchos llegan a creer que sus raíces se dirigen especialmente a la boca de cada uno de los difuntos enterrados en el camposanto, para sacarles los secretos que se guardaron en vida, que recorren todo el tejo hasta ser enviados al viento a través de sus hojas. Los antiguos pueblos de la cultura celta también lo usaron como veneno para suicidarse durante las guerras cantabro-astures, antes que convertirse en esclavos romanos. Lo obtenían al convertir las semillas del tejo en una sustancia para beber. Se sabe que el árbol del tejo era utilizado como un sitio de reunión, cada vez que se convocaba, tocando la campana de la iglesia, o para realizar fiestas y bailes de la región, costumbre que ha llegado hasta nuestros tiempos.
Desde el Monasterio, a 721 metros sobre el nivel del mar, podemos subir hacia la cumbre de San Jerónimo (Sant Jeroni), situada a 1224 metros. Es decir, el desnivel a superar es de 503 metros. Tras superar 1024 escalones se llega al “Pla dels Ocells”, o Plano de los Pájaros, a 930 metros de altitud. Siguiendo junto al lecho del torrente de Santa María, que casi siempre permanece seco debido a la naturaleza cárstica (de karst) de la montaña, que impide la existencia de corrientes de agua en superficie. Con el nombre de karst (del alemán Karst: meseta de piedra caliza), carsto carso se conoce a una forma de relieve originado por meteorización química de determinadas rocas, como la caliza, dolomía, aljez, etc., compuestas por minerales solubles en agua. Un karst se produce por disolución indirecta del carbonato cálcico de las rocas calizas debido a la acción de aguas ligeramente ácidas. El agua se acidifica cuando se enriquece en dióxido de carbono, por ejemplo cuando atraviesa un suelo, y reacciona con el carbonato, formando bicarbonato, que es soluble. Hay otro tipo de rocas, las evaporitas, como por ejemplo el yeso, que se disuelven sin necesidad de aguas ácidas. Las aguas superficiales y subterráneas van disolviendo la roca y creando galerías y cuevas que, por hundimiento parcial, forman dolinas y, por hundimiento total, forman cañones. Existen otras muchas formas kársticas según si estas formas se producen en superficie o por el contrario son geomorfológicas que aparecen en cavidades subterráneas. Cuando el agua, cargada de gas y piedra caliza disuelta en forma de bicarbonato cálcico, llega a una cavidad más grande que las fisuras por las que ha pasado, puede evaporarse lentamente y las sales disueltas en el agua llegan a cristalizarse en determinadas circunstancias, por ejemplo, al gotear desde el techo de una cueva hacia el suelo, formando estalactitas en el techo, estalagmitas en el suelo, columnas cuando estas dos formas llegan a unirse o, si se estanca en una cavidad, se pueden formar geodas.
Caminando entre bosques de encina alternados con algunos arces y salpicados de acebos y otros arbustos, se llega a la ermita de San Jerónimo, a 1150 metros de altitud. Desde la ermita de San Jerónimo hay que vencer un último desnivel de 74 metros para llegar hasta la cumbre a 1224 metros, la mayor altitud de Montserrat. En el centro de la pequeña explanada circular tenemos una “rosa de los vientos” de acero indicando y señalando las montañas que pueden divisarse. Si nos apoyamos a la barandilla que hay junto el barranco norte, vemos 700 metros de caída libre. En invierno, la nieve cubre de blanco las cumbres del Pirineo que se divisan en el horizonte norte y por las mañanas la niebla gusta de ascender sinuosa desperezándose y abandonando los valles. En un día muy claro puede llegar a verse la isla de Mallorca, en dirección al sur coronada por su montaña del Puigmajor. En primer término vemos las minas de sal de Cardona, y detrás están las los Rasos de Peguera, primera elevación que supera los dos mil metros de altitud del Pirineo sur. Más al norte, el Puigmal y hacia el nordeste el Canigó, ya en el Rosellón francés. Girando un poco hacia el noroeste destaca el Aneto, pico más alto del Pirineo, y más hacia el noroeste vemos todo el Pirineo Central. Ya de vuelta en el monasterio podemos ver, en una formación natural, una roca que se alza, como guardián, al otro lado del torrente de Santa María, hacia el sur. Es una figura de roca, con forma desafiante que llama la atención. Recuerda a un ser alado poderoso como las antiguas estatuas sumerias, persas o hititas.
La “Moreneta” es una talla de madera de álamo blanco que fue encontrada a finales del siglo XI por unos pastores que recorrían los valles cercanos con sus rebaños. Guiados por luces y sonidos angelicales (¡!), siete pastores de Monistrol, y a lo largo de siete sábados seguidos, vieron descender varias luminarias sobre un lugar concreto de la montaña donde se halla una cueva. Llevados hasta la cueva, iluminada por un resplandor sobrenatural, encontraron la figura de la que sería la patrona de Cataluña: una “virgen negra”. Cuando el entonces obispo de Barcelona ordenó que la imagen fuera conducida a la catedral de la ciudad condal (Barcelona), la talla multiplicó tanto su peso que fue inútil todo esfuerzo por desplazarla. Permaneció en el lugar y fue erigida para ella una ermita. Sobre este lugar se edificará con el tiempo el monasterio benedictino y la basílica que le darán culto. El 21 de febrero de 1345, cientos de personas pudieron ver cómo una luz procedente de Montserrat entraba por la antigua iglesia del Carmen de Manresa, luz que “pareciera ser una estrella”, la cual se dividió en tres, reagrupándose de nuevo en la capilla de la Santísima Trinidad, para salir luego despedida hacia Montserrat. Tanto impacto causó ese fenómeno que todos los 21 de febrero se sigue celebrando la fiesta de “La Misteriosa Llum” (la misteriosa luz) en recuerdo de aquel extraño evento.
El culto de la diosa egipcia Isis estaría el origen del culto cristiano de la Virgen, pues la diosa egipcia era la simbolización de la Naturaleza, siempre fecundada, pero siempre virgen. Las vírgenes negras son efigies de la Virgen María que la representan como de piel oscura, o incluso completamente negra. Representaciones modernas en las que a la Virgen se la ha dotado premeditadamente de un aspecto étnico negro no entran dentro de esta categoría. El origen de estas imágenes se explica como la adopción por parte del culto popular cristiano en sus primeros siglos de elementos iconográficos y atributos de antiguas deidades femeninas de la fertilidad,cuyos rostros se realizaban en marfil (elemento que al oxidarse se vuelve de un color negruzco), y cuyo culto estaba extendido por todo el Imperio Romano tardío, tales como Isis, Cibeles y Artemisa. Debido a ello pueden encontrarse ejemplos de estas vírgenes por toda Europa. La veneración a las vírgenes negras tiene también numerosos ejemplos en América impulsada por la conquista española. Allí las vírgenes negras del Viejo Mundo surgidas del sincretismo religioso cristiano-pagano atravesarían en algunos casos una identificación con deidades femeninas amerindias o africanas como Pachamama o Yemayá.
Los esoteristas medievales utilizaron el color negro en las imágenes de la Virgen, recogiendo el legado de las diosas madres prehistóricas y de sus sucesoras paganas, Isis, Belisana o Artemisa. En el origen del culto a las diosas madres prehistóricas encontramos unas piedras negras caídas del cielo, los meteoritos, adorados como generadores de vida. En nuestros días pueden encontrarse las vírgenes negras en muchos países europeos, especialmente en Francia y España como objeto de gran devoción popular. En la mitología de la antigua Europa céltica, sobre las colinas sagradas dedicadas a la Madre Tierra, llamada Brigit o Belisana, se encendía, el primer día de febrero, una hoguera, el Kildare, que custodiaban nueve vírgenes. Sobre esa hoguera, los druidas cocían en un recipiente, que representaba el caldero mágico del dios Lug, una poción de hierbas medicinales para que la energía regeneradora de los dioses beneficiara al pueblo. Cuando llegaba la noche, cada cual encendía una antorcha en las brasas del Kildare, de manera que éste, a semejanza del fuego cósmico, derramase bendiciones sobre la familia y sus posesiones. Cuando se estableció el Cristianismo en el viejo mundo se rezaba a Jesús pero, aún así, muchos continuaron con la celebración de los antiguos ritos y subían a los montes a encender sus hogueras tradicionales y a cocer sus pociones, regresando a las casas con sus antorchas mágicas encendidas. La Iglesia se dio cuenta de que no podría acabar con estas costumbres y, en lugar de combatirlas, las substituyó por otras similares, celebradas en fechas parecidas y dedicadas a vírgenes y santos que habían adoptado los caracteres de los antiguos dioses y diosas. Así, Nuestra Señora de la Candelaria toma el lugar de Belisana y es acompañada los días 1 y 2 de febrero por San Lucas, que reemplaza a Lug, dios del caldero. La sacaban en procesión con una vela en la mano rodeada por doncellas que portaban cirios encendidos y los fieles le ofrecían ramos de hierbas medicinales. El sacerdote culminaba la celebración presentándola a todos como La Virgen Madre que trae la Luz al mundo. Lo llamativo, sin embargo, es que su imagen era de color negro ¿Por qué, quién y cómo escogió el color negro para una figura cristiana que debía substituir el viejo culto a laMadre Tierra?
A lo largo de la Edad Media, las imágenes de las Vírgenes de rasgos europeos pero de piel negra, fueron abundantes. Tanto es así, que algunas de ellas han llegado hasta nuestros días. Buenos ejemplos lo constituyen las Vírgenes francesas de Marsat y Rocamadour, las alemanas de Altötting y Colonia, las británicas de Glastonbury y Walsingham, las italianas de Loreto y Nápoles y las españolas de Montserrat y Solsona (Catalunya), la de Atocha (Madrid) o las de Peña de Francia y Guadalupe (Extremadura), por mencionar tan solo unas cuantas. La realidad es que en cada lugar donde hubo un santuario a la Madre Tierra se instaló una Virgen Negra. Los autores de esta substitución fueron miembros de órdenes esotéricas, integrados en importantes órdenes religiosas, como las de San Antón, San Benito o el Temple. Oriente Medio siempre fue un punto de confluencia donde se dieron cita tanto las grandes como las pequeñas religiones mistéricas de la antigüedad. En tiempos de las Cruzadas, Tierra Santa conservaba aún restos de cultos iniciáticos a Dionisos, Mithra e Isis, que se entremezclaban con las prácticas de algunos grupos de cristianos orientales. Entre los cultos de Oriente Medio sobresale el de la Diosa Madre, que aparece en todas las grandes religiones de la antigüedad aunque su origen es anterior a ellas. Encontramos así, bajo diversas formas, una Gran Madre o Diosa Tierra, cuyos más antiguos antecedentes son las “Venus paleolíticas” de la prehistoria. Estas diosas (Isis, Astarté, Cibeles o Artemisa), fueron representadas generalmente de color negro porque eran el símbolo de la Tierra primigenia que, una vez fecundada por el Sol, se convertía en fuente de toda vida. Pero también porque muchas de esas imágenes substituían a una Piedra Negra de origen meteorítico, que había sido venerada en esos santuarios desde tiempo inmemorial.
Tanta llegó a ser la fama de poder divino de tales rocas meteóricas que los romanos las requisaron en los países conquistados para venerarlas todas juntas en un templo dedicado a la Magna Mater (la Gran Madre) que construyeron en el Palatino de Roma. Allí lograron reunir la piedra Kybele de Frigia, la Lapis Lineus de Anatolia y El Gebel de Siria entre otras. Y a ellas acudía el pueblo en general para solicitar favores, especialmente relacionados con la fecundidad, tanto como con la fertilidad intelectual y espiritual. Esta veneración por las piedras negras celestes llegó hasta la Edad Media. El ejemplar más famoso, puesto que su culto persiste hasta nuestros días, es el de la negra roca basáltica conservada en el valle de Arabia donde se le adora en el templo llamado Kaaba (ver figura anterior). Cuando los musulmanes conquistaron La Meca en el año 683 y se apoderaron del templo de la Kaaba, destruyeron 360 ídolos que se encontraban en su interior, pero respetaron, sin embargo la mencionada piedra negra. Por su parte, cuando los templarios entraron en posesión de Chipre, hacia el 1191, encontraron que todavía los habitantes bizantinos de la isla rendían culto, en Pafos, a una Piedra Negra que para los fenicios había personificado a Astarté y que los dorios habían identificado con Afrodita Cipris. Los templarios levantaron allí una iglesia dedicada a Nuestra Señora y pusieron en su altar a una Virgen Negra, en cuyo trono cúbico guardaron la piedra como una reliquia preciosa.
Así, tanto musulmanes como cristianos, demostraban una especie de temor reverente ante la idea de destruir una piedra negra que se consideraba sagrada. Atendiendo a diversos simbolismos, parecería que esta adoración de piedras caídas del cielo explicaban de cierta forma el origen de la Vida y su renovación cíclica, por constituir la plasmación material del estado espiritual. Según el simbolismo cabalístico tradicional, por ejemplo, la Piedra Negra Celeste está relacionada con todas las formas derivadas de la Diosa Madre Tierra o asimiladas a ella. En la Cábala Hebraicaencontramos: “El mundo solo comenzó a existir cuando Dios cogió la Piedra de Fundación y la lanzó al abismo de las posibilidades, para que pudiera construirse el mundo sobre ella“. Encontramos también ideas afines en el mito griego del Diluvio y entre los celtas. Los antonianos y los benedictinos del Siglo XI y, tras ellos, los cistercienses y templarios en el Siglo XII asimilaron el sincretismo a través de los contactos que tenían con Anatolia, Siria, Chipre y Egipto, y llenaron Occidente de imágenes de la Virgen Negra, que tenían ocultas en su interior piedras de ese color. Estas vírgenes no fueron instaladas al azar.
Los santuarios de las imágenes negras occidentales se levantan sobre las ruinas de templos paganos, que a su vez fueron edificados sobre sitios de adoración prehistóricos megalíticos y son herederos no sólo de sus piedras, bosques, manantiales y pozos, sino de sus ritos, tradiciones, mitos y folklore, que aun están presentes en las celebraciones que honran a las Vírgenes Negras. Hoy día encontramos Vírgenes Negras diseminadas por todo el mundo: En Europa: Francia ( que es el país que tiene mayor número de Vírgenes Negras), Alemania, Austria, Bélgica, República Checa, Holanda, Hungría, Inglaterra, Irlanda, Italia, Lituania, Malta, Polonia, Portugal, Suiza o España. Aparecen igualmente en América, aunque no pueden considerarse rigurosamente como auténticas puesto que algunas son copias o llegaron después de la conquista española. Las vemos en Canadá, Bolivia, Brasil, Ecuador y México. Los hieráticos y morenos rostros de las Vírgenes Negras parecen invitarnos a una búsqueda iniciática personal tras la sabiduría y la suma de conocimiento que han encerrado durante siglos y que, en verdad, aunque requiere perseverancia y esfuerzo, se encuentra al alcance de nuestras manos.
Cada aniversario de la consagración de la Basílica de Montserrat, que tuvo lugar el 2 de febrero de 1592, se celebra su fiesta dentro del calendario litúrgico. Montserrat, además de ser un santuario mariano, destaca como uno de los más importantes “Santuarios Ufológicos” de España. Lluis José Grífol, desde 1977, concentra cada día 11 de mes a cuantas personas deseen tratar de avistar “naves trazadoras”. Montserrat es un macizo de impresionantes formaciones geológicas. Oficialmente la formación de la montaña se atribuye a explicaciones racionales y “lógicas”, pero ninguna de estas teorías da una explicación a sus extrañas formas. Montserrat ha inspirado a místicos, ermitaños y grandes artistas. ¿Cuál es el tesoro que se esconde en su interior? ¿Cuál es la energía o la fuerza que ha llegado a conformar tan hermosas formas que apuntan siempre hacia la verticalidad? Pero uno de los mayores misterios de Montserrat es su mundo subterráneo. De la multitud de grutas y pasadizos que oculta la montaña en su interior, solamente pueden visitarse sin dificultad los 549 metros que conforman la “zona visitable” de la Cueva del Salnitre (La Cova de Salnitre), que se encuentra en el término municipal de Collbató, en la misma falda de la montaña de Montserrat, que por las características geológicas de conglomerado es propicia a la existencia de cuevas y pozos.
Las “Cuevas del Salitre” son cuevas de sal nítrica. Son unas cuevas preciosas, con estalactitas y estalagmitas con formas realmente extraordinarias y fantásticas (columnas, un elefante y hasta la misma Moreneta). Esas cuevas están divididas por salas y cada cual tiene un nombre que a oídas parece misterioso, son nombres tales como el pozo del diablo, la cueva de las columnas, la cueva del elefante, la boca del infierno, la cueva de la virgen, la cueva de los murciélagos, la sacristía y el confesionario, donde se dice que hay un misterioso secreto que puede ser trascendental. Las cuevas terminan en el pabellón de la virgen y el camino no va más allá. Pero gráficos, planos y testimonios de las exploraciones hechas en los siglos XV y XVI nos dicen que, efectivamente, debajo la montaña existe un fantástico lago. Hay archivos de la biblioteca del monasterio que constatan que un monje científico y doctor en farmacia recopiló la información necesaria para probar la existencia de este mundo subterráneo, descubriendo un gran río que cruzaba toda la sierra de arriba a abajo. Sabemos que las cuevas tienen un final pero en este supuesto final hay ciertos corrientes de aire ascendiente que proceden del interior. Se sospecha que el camino que lleva al centro está cortado por desprendimientos de piedras y tierra y por eso es imposible de bajar.
Muy cerca de esta cueva se encuentra la Cova Freda, donde en su interior se encontraron restos de cerámica neolítica. Ya se conocía de su existencia en el siglo XVIII, y en la mitad del XIX fueron visitadas por personajes ilustres como por ejemplo Antonio Gaudí, al que las formas de las estalactitas y estalagmitas le inspiraron en sus obras arquitectónicas. Para acceder a la cueva hay que subir por una escalera hasta la entrada de la misma. La longitud visitable de esta cueva es de 549m., con un desnivel de 20m. Tiene una temperatura interior constante de 14ºC y una humedad relativa del 97%. La parte superior no está adaptada para la visita turística y es la única zona que no es posible recorrer. El resto se va iluminando a medida que el grupo de visitantes va avanzando por su interior, siempre acompañados por un guía que comenta todas las historias y curiosidades de las formas geológicas que la integran. La Cova de la Catedral es la sala central, de grandes dimensiones, que podría contener la Catedral de Barcelona. El Pou del Diable, donde por medio de una escalera descendemos a un pozo de 16m. En este punto se inicia un recorrido horizontal de 549m. por las galerías de la cueva. Se camina por diferentes salas con estalactitas y estalagmitas, como L’Ou Ferrat (El Huevo Frito), La Muntanya de Montserrat, El Porc senglar (El Jabalí) o Les Busties (Los Buzones). Al final se llega a la sala Cova de la Verge, donde se encuentra una formación con la imagen de perfil de la Virgen de Montserrat. Después se inicia el retorno por el mismo itinerario.
Lo cierto es que Montserrat es una montaña en la que se producen inquietantes manifestaciones energéticas. Entre los sucesos más enigmáticos, figuran las desapariciones de varias personas sin dejar rastro. Se dice que en esta montaña existen puertas inter-dimensionales. Y se afirma que hay una conexión directa entre Agharta (El llamado reino subterráneo de los dioses) y Montserrat. Se dice que la energía que mana de la montaña mágica procede de este mundo intraterrestre. En definitiva, una puerta al otro mundo. Las leyendas dicen que cuando la Atlántida cayó destruida, desapareciendo de la faz de la tierra, un grupo de atlantes supervivientes creó este “portal”, conformándose así las audaces formas de Montserrat. Algunos registros antiguos afirman que Montserrat es una montaña hueca y que en su interior existe un lago subterráneo. En entornos ocultistas se afirma que en este lugar “intraterrestre”, oculto al mundo, está conservado el Santo Grial, preciado objeto custodiado por ángeles y creador de toda la magia presente en la montaña barcelonesa. La mitología del Grial, tal y como fue conocida por la Europa de las Cruzadas, ubica la localización exacta del cáliz sagrado en el norte de España, junto a las estribaciones del Pirineo, en una cordillera o montaña llamada Mont-Salvat. Muchos creyeron que el Mont-Salvat mitológico es en realidad Montserrat, por lo que lo buscaron en sus grutas, aparentemente infructuosamente. Los nazis recogieron este testigo y lo buscaron inspirados por doctrinas esotéricas. Otto Rahn, oficial de las SS, inspeccionó Montserrat desde 1934, tras su estancia en la región de Montsegur en el Pirineo francés. Y Himmler, el Reichführer SS, visitó Barcelona y Montserrat en 1940. Los nazis trataban de conseguir la Fuerza que emana del Grial para convertirse en invencibles.
Himmler mostró especial interés por las formaciones geológicas de la montaña, así como por el acceso a su mundo subterráneo. Montserrat se halla unida a otros diversos lugares diseminados por el mundo, conformando posibles puertas de entrada a Agharta. Se dice que Agartha no fue siempre subterránea, y no permanecerá siempre oculta; vendrá un tiempo en el que los «pueblos de Agartha saldrán de sus cavernas y aparecerán sobre la superficie de la tierra». Se hizo subterráneo «hace más de seis mil años», y ocurre que esta fecha corresponde, con una muy suficiente aproximación, al comienzo de la «edad de hierro». La leyenda explica que hay una conexión directa entre Agharta (El Reino Subterráneo de los dioses) y Montserrat y la energía que mana de la montaña mágica procede de este mundo intraterrestre. Las profecías de Agartha dicen que“cuando el ser humano olvide la divinidad, la corrupción reinará y dominará el mundo. Entonces los hombres serán seres sedientos de la sangre que despreciarán a sus hermanos y las coronas de los reyes caerán. El caos traerá una terrible guerra que azotará y destruirá todo el mundo. Sucederá en tal escenario dantesco que el Soberano de Agartha y sus leales saldrán a la superficie de la tierra para establecer el reino del espíritu… verticalidad, sabiduría, paz. Y los demonios serán arrojados al fuego que consume todas las impurezas…”.
Y en este punto, queremos hacer mención de un interesante libro “Leonardo, los años perdidos”, escrito por el investigador José Luís Espejo y que explica una misteriosa relación entre el genial Leonardo da Vinci y la montaña de Montserrat. Según explica, entre 1479 y 1485 se suceden las pestes en Florencia y en Milán. Durante esos años no se sabe prácticamente nada de Leonardo. Sin embargo, en 1483, pinta su famoso cuadro La Virgen de las Rocas y, en 1484, comienza a escribir sus célebres Cuadernos. Giulio della Rovere (futuro papa Julio II) era por entonces abad comandatario de Montserrat, si bien había cedido sus poderes al padre Llorenç Maruny. En marzo de 1483 Giulio della Rovere hace una permuta con el abad de Santa Maria della Grotta (Sicilia), el catalán Joan de Peralta. Éste pretende hacer venir unos monjes de Padua, pero no lo consigue y encarga al italiano Jacopo Verginali la construcción de un nuevo edificio en lo que hoy día es Montserrat. Fernando II de Aragón (Fernando en Católico) se empeña en pasar este monasterio a la obediencia de la orden de los Jerónimos. Es por ello que sus nuevos monjes se proponen adquirir un cuadro en honor de este santo, traductor de la Biblia latina (la conocida Vulgata). Éste es el contexto histórico que enmarcaría la visita de Leonardo a Barcelona, entre 1481 y 1483: sus “años perdidos”. Montserrat había tenido anteriormente monjes italianos. En 1443 llegaron seis monjes de Montecassino (Frater Henricus de Alamania, Frater Ciprianus, Frater Simplicius, Frater Baptista, Frater Antonii, Frater Natalem).
En tiempos de Fernando el Católico, Catalunya se llena de intelectuales italianos. Entre ellos: Antonio y Alejandro Geraldino, Pedro Martir d’Angleria, o Lucio Marineo Siculo. Pere de Cardona los atrae desde la corte pontificia (en aquel tiempo catalana y valenciana) de los Borja (o Borgia, como son conocidos en Italia). Antonio Geraldino, embajador de Florencia en Barcelona, era un Geraldini, familia muy cercana a Leonardo, pues no en vano la célebre “Mona Lisa”, de la que habla Vasari, se llamaba Lisa Geraldini del Giocondo (la Gioconda). Su otro hermano, Alejando Geraldino, fue con Colón a América, y allí sería el primer obispo de Santo Domingo. Americo Vespuccio (en realidad, Aimerich Despuig, descendiente –como Leonardo- de catalanes) visitó la ciudad en repetidas ocasiones. Como los Geraldini, fue amigo tanto de Colón como de Leonardo. Ésta es una circunstancia que abre prometedores interrogantes acerca de la vida de ambos personajes históricos.
Leonardo tenía otros vínculos con España. Un antepasado suyo (Giovanni Da Vinci) murió en Barcelona en 1406. Leonardo pintó un retrato de Ginevra de Benci (1475), encargado por el diplomático veneciano Bernardo Bembo. Éste hizo un viaje por España entre 1468 y 1469. Éstos son algunos ejemplos del contexto histórico en el que José Luís Espejo enmarca su hipótesis de que Leonardo da Vinci pasó un año y medio en Montserrat, entre 1481 y 1483. Fruto de esta estancia, pintó el cuadro titulado La Virgen de las Rocas, donde se ve con claridad las rocas montserratinas. En Montserrat habría dejado su cuadro San Jerónimo, hoy en los Museos Vaticanos. La historia de este cuadro es muy ilustrativa: sería robado por las tropas del mariscal francés Suchet, en 1812, y habría sido regalado a Joseph Fesch, tío de Napoleón. Cuando éste murió, su familia lo vendió a la Pinacoteca Vaticana. Un relieve del escultor catalán Pau Serra, realizado en 1755, es muy parecido al San Jerónimo de Leonardo, lo que probaría que el citado cuadro estaría en el monasterio de Montserrat por esos años. Leonardo efectuaría un segundo viaje a Barcelona tras su huida de Milán, en los primeros 1500. En este viaje tomaría notas del paisaje de los alrededores de Montserrat, reflejado en su célebre Gioconda. Aquí adjuntamos una imagen del cuadro de la Gioconda en donde puede verse un paisaje con las montañas de Montserrat al fondo. Con posterioridad, retocaría La Anunciación, detallando paisajes de Catalunya, como el Canigó, Montserrat y la ciudad de Barcelona, cuyo puerto aparece en construcción (las obras se iniciaron en 1477).
¿Por qué vino Leonardo a Catalunya? Por tres razones: por el encargo que el monasterio de Montserrat le hiciera de pintar su San Jerónimo (así como alguna virgen; tal vez su Virgen del Gato, hoy perdida); por su condición de practicante del culto cátaro, vivo en sus días tanto en Italia como en Catalunya, y por su afición a la Alquimia. A este respecto, Julio II, abad de Montserrat por esos años, es conocido como el Papa Alquimista. Tanto el catarismo como la alquimia se practicaban en Catalunya. Cerca de Flix, en Tarragona, se han hallado lugares de culto cátaro, datados hacia finales del siglo XV. Montserrat y el monasterio de Sant Cugat del Vallès eran academias alquímicas. En la Biblioteca de Montserrat se conservan algunos incunables de contenido alquímico. A este respecto pueden verse unas inscripciones cátaras cerca de Flix, en Tarragona. Están datadas hacia finales del siglo XV. En ellas encontramos la palabra “Magdalena”. El “melocotón alquímico”, cristalizado en piedra, conservado en el Museo Arqueológico de Barcelona fue encontrado en 1972 escondido en una hornacina del monasterio de Sant Cugat, en Barcelona. Actualmente está guardado en una cámara acorazada.
Catalunya fue un refugio de cátaros tras las Cruzadas contra los Albigenses. La población se dobló prácticamente. Otro buen montón de cátaros fue a parar al Norte de Italia. Nunca se perdió el contacto entre ambas comunidades. “Catalunya” deriva de un apellido con origen en Carcassona (Catalan). Su primera mención tiene lugar en tiempos de Ramon Berenguer III. Si bien la primera vez que se tiene constancia del apellido “Catalan” en Catalunya es en Montserrat, en 1125. Con anterioridad, Catalunya no existía. Era simplemente una prolongación del Reino-Condado de Barcelona. Catalunya recibió su nombre de los refugiados cátaros. Tal vez entonces se empezara a llamar “tierra de los cátaros”, o Catalunya. Según José Luís Espejo, “Catalan”, como “cátaro”, no deriva de “katarós” (puro), sino de “cattus” (gato). No en vano, el último cátaro, quemado en 1321, de nombre Belibaste, tenía un nombre compuesto: Bel y Bastet. Bel era el Ser Supremo cananeo (equivalente a nuestro Yahvé), y Bastet era la diosa gato de los egipcios (equivalente a Isis, o a Ishtar). Catalunya sería la “tierra del gato”, del mismo modo que Occitania, más al norte, sería la “tierra de la oca”. Es curioso que Leonardo pintaría una “Virgen del gato”, hoy perdida, y una Leda acompañada de un cisne (cisne-oca, ambos tienen el mismo valor simbólico), de la que sólo se conservan copias.
Según José Luís Espejo, hay dos puntos clave: Por un lado, Leonardo estuvo en Catalunya, y en Montserrat aprendió algunos secretos importantes. Ello se refleja en la sonrisa (sardónica) de La Gioconda; Por otro lado, catarismo e identidad catalana están íntimamente ligados. Ello sigue siendo una realidad entre las elites de este país. Sólo por cuestiones de tipo religioso la cultura catalana ha resistido los embates de la castellanización. José Luís Espejo pretende descubrir la cara oculta de Leonardo, aquella que nunca ha salido a la luz. Para ello, sin olvidar la época que le tocó vivir (el contexto histórico y artístico de su época), hace una lectura del lenguaje simbólico de su obra. Ésta expresa un mensaje, dirigido a los miembros de la orden secreta en la que estaba iniciado. Éste es el factor diferenciador fundamental de su análisis de la obra de Leonardo, en relación a otros más convencionales. Por lo que se refiere al contexto histórico, José Luís Espejo entra a fondo en las relaciones comerciales entre las ciudades de Barcelona y Florencia a finales del siglo XV. Éstas eran muy intensas. Y, según dice, las dos familias de los Vespucci-Despuig y los Geraldini son un ejemplo de los estrechos vínculos entre Catalunya y el Norte de Italia.
Americo Vespucci firmaba como Despuche en Sevilla, según consta en documentos guardados en la Casa de la Contratación. Ello es una prueba de su linaje catalán, que vemos refrendado en la comparación de los escudos de los Vespucci italianos y los Despuig catalanes. En la imagen que adjuntamos, puede verse a la izquierda el Escudo de los Vespucci italianos, según consta en el catálogo heráldico conocido como Spretti. A la derecha, el escudo de los Despuig catalanes, tal como aparece en el Garcia Caraffa. Obsérvese que los Despuig ostentan, como los Vespucci, un conjunto de avispas, acompañadas por un panal y por la flor de Lis, símbolo de la ciudad de Florencia. Por su parte, los Da Vinci podrían estar emparentados con los Geraldini, que como los primeros, tenían las tres barras del Reino de Mallorca (una de las variantes de la senyera catalana) en su blasón heráldico. Por no hablar del león, con una postura y una indumentaria idénticas. En la imagen, a la izquierda puede observarse el escudo de los Da Vinci. A su derecha, el escudo del antiguo Reino de Mallorca, por cien años desgajado de la Corona de Aragón.
En posteriores etapas de su investigación, José Luís Espejo ha llegado a la conclusión de que la llegada de Leonardo Da Vinci a Barcelona podría haber sido incentivada por los linajes de los Despuig o los Geraldini. En definitiva, en su libro, José Luís Espejo investiga una etapa de la vida de Leonardo –el período comprendido entre los años 1481 y 1483- de la que se desconoce todo: dónde estuvo, qué hizo, y porque se perdió su pista. Aporta diversas pruebas para demostrar que Leonardo estuvo en Barcelona (y más concretamente en Montserrat), como antes de él hicieron otras figuras de la historia, como Gerberto de Aurignac (el futuro papa Silvestre II, más conocido como el Papa alquimista) o San Francisco de Asís; y posteriormente otros personajes, como Ignacio de Loyola (fundador de los Jesuitas). Porque Montserrat era una academia de alquimia. El mito del Grial tiene mucho que ver con esta fama universal, que atrajo a personajes como Goethe, Wagner o el mismo Himmler. José Luís Espejo demostra que, en Montserrat, Leonardo pintó su San Jerónimo, y se inspiró para realizar La Virgen de las Rocas, La Gioconda, algunos dibujos, y para retocar La Anunciación y La Adoración de los Magos. Buena parte de la simbología de la obra de Leonardo –como su obsesión por Juan Bautista y la Magdalena- tiene que ver con las raíces cátaras de su familia. Como un elemento accesorio, José Luís Espejo plantea la hipótesis del origen catalán de su linaje. Los Da Vinci serían refugiados cátaros del Rosellón instalados en la Toscana en el siglo XIII.
Hitler perteneció a una gran logia de ocultistas y que tuvo una relación muy cercana con Erik Hanussen, famoso astrólogo y vidente. La dependencia de Hitler se volvió tan grande que, aunque varios de sus colegas descubrieron que Hanussen había contraído matrimonio con una judía en la primera guerra mundial, lo hospedó en su propia casa hasta su muerte, en 1933. Entre las obsesiones de Hitler se encontraban la lanza de Longinos y el Cáliz Sagrado o Santo Grial. Según se afirma, Hitler encontró el lugar donde se hallaba el Grial. Este sitio tan esquivo era “El monasterio de Monserrat”, donde junto a sus principales asesores se embarco hacia su sueño más deseado. El Monasterio de Montserrat cuenta con innumerables cuevas asentadas sobre un lago subterráneo. Cuenta el relato de un monje catalán del siglo XVIII (conocido como el padreGerard Joana) como penetró por los pasadizos secretos del monasterio encontrando un gran torrente de un lago interno que no lo dejo seguir en su camino. Esto incentivo aun mas a Hitler, que convocó a Karl Willigut, que poseía la facultad de rememorar hechos del pasado, para saber la ubicación exacta del cáliz. En 1940, Willgut junto al jefe de las SS Himmler, se dirigió hacia Catalunya en busca de nuevas respuestas. Ya en Montserrat, Himmler llevaba consigo una guía singular, llamada “La Corte de Lucifer”, libro que el jefe de las SS ordenó distribuir entre los altos oficiales del alto mando. En base a este libro se sabe que Himmler no solamente buscaba la presencia del Grial en Montserrat, sino que también quería descubrir el secreto de la llamada montaña mágica. El fundador de las temibles SS, conocidas también como la “Orden Negra“, creía que en el cenobio benedictino de este recinto podría encontrar las claves para hacerse con el Grial, uno de los objetos que los nazis buscaron con más ahínco. Y es que Adolf Hitler estaba persuadido de que el Santo Cáliz le permitiría acceder a un poder que le garantizase el dominio del mundo.
De hecho, pese al evidente fracaso de Himmler para hacerse con el Santo Cáliz durante la II Guerra Mundial, la obsesión nazi por Montserrat no se esfumó. Sabemos, por ejemplo, que en enero de 1942, mientras hojeaba un libro ilustrado sobre España, Hitler exclamó: “¡Montserrat! La mera palabra hace que reviva la leyenda. Tiene su origen en el encuentro hostil entre los moros y los elementos romano-germánicos. Un país encantador. Uno bien se puede imaginar allí el castillo del Santo Grial“. Imaginación fue, de hecho, cuanto los nazis se llevaron de su visita a la montaña catalana en 1940, El paseo de Himmler por Montserrat se presentó más problemático de lo esperado. Ni el padre Marcet ni el padre Escarré, quisieron recibir a Himmler, ya que en esa época se le atribuía un declarado odio hacia los católicos alemanes. Y, por este motivo, los recibió el padre Ripoll. Después de una simple visita por la basílica decidieron que al día siguiente ingresarían en las catacumbas. Pero esta visita fue cancelada, cuando el portafolio que contenía los planos de los pasadizos desapareció misteriosamente. Muchos años después, miles de personas visitan año a año el Monasterio en busca de respuestas, pues la montaña de Montserrat sigue albergando uno de los misterios más grandes de la Humanidad. Poco pudo responder aquel religioso a los ocultos intereses de Himmler. Pero, cuando se ofreció cortésmente a enseñarle el monasterio, el general Karl Wolf, uno de los integrantes del séquito de Himmler, lo detuvo en seco de un empellón: “Perdone ?le dijo- A su excelencia no le interesa el monasterio, sino la Naturaleza“. ¿A qué fue exactamente Himmler a Montserrat?
Aparentemente, hubo una lucha de poderes ocultos en el transcurso de la II Guerra Mundial. No sólo se combatió en los campos de batalla, en una confrontación como hasta entonces no se había contemplado. También hubo una guerra subterránea en la que los bandos enfrentados trataron de volcar a su favor las fuerzas del poder oculto, que escapan a los planteamientos puramente racionales. Para los iniciados, el reiterado gesto del primer ministro británico de marcar con sus dedos una supuesta “V” de victoria era mucho más que eso: se trataba de un signo con el que hacer frente a los poderes invocados por el enemigo. Se afirma que Winston Churchill llegó a reunir al poderoso círculo de magos de Coventry para contrarrestar los movimientos que los nazis realizaban en el campo de la lucha de los poderes ocultos. De hecho, muchos de los más cualificados dirigentes nazis fueron gente iniciada en los secretos del ocultismo o formaron parte de algunas sociedades esotéricas. Tal fue el caso, por ejemplo, de Alfred Rosenberg, uno de los principales ideólogos del nazismo y cualificado miembro de la Sociedad Thule, que, aunque definida como una asociación para promover el estudio de las tradiciones germánicas era, en realidad un centro de reunión de importantes ocultistas.
El propio Adolf Hitler, cuyo interés por el ocultismo es bien conocido, se sintió atraído por la presunta fuerza de determinados objetos. Se cuenta que durante su juventud pasaba horas extasiado ante una vitrina del museo del palacio Hofburg (en Viena) donde se guardaba la llamada Lanza de Longinos, la misma que, según la tradición, habría utilizado el centurión romano para lancear el costado de Jesucristo en la cruz. También es sabido que la infancia y la adolescencia de Rudol Hess transcurrieron en Egipto, donde entró en contacto con algunas de las escuelas esotéricas allí existentes y llegó a recibir grados de iniciación. Una vez en la Alemania que contempló el ascenso del nazismo, alcanzó fama de ser un solvente ocultista. Por su parte, Heinrich Himmler vivió obsesionado con hacerse con determinados objetos considerados eficaces talismanes, con el fin de alcanzar el poder que se les atribuía. Himmler fue, además, un ferviente defensor de la metempsicosis y se consideraba la reencarnación del emperador Enrique II Hohenstaufen, apodado “el Pajarero“.
Centrémonos en este personaje, fundador de las SS, la policía política del régimen nazi. Himmler estaba convencido del papel de dominadora que la raza aria habría de ejercer sobre los demás pueblos del planeta y de que esa supremacía se convertiría en algo indestructible si los nazis conseguían apoderarse de algunos objetos dotados, presuntamente, de un poder legendario. Se afirma que su obsesión por el ocultismo alcanzaba límites insospechados y que siempre viajaba con libros relacionados con el esoterismo, entre ellos el famoso Parcival, de Wolfram von Eschenbach. De hecho, durante su visita a Montserrat, en busca del Grial, Himmler mostró su interés en saber si la biblioteca de los benedictinos atesoraba algún documento en torno a la obra de Von Eschenbach. Los monjes lo negaron. Pues bien, convertido en uno de los hombres más poderosos de la Alemania nazi, Himmler creó en 1935 la Ahnenerbe, denominación con la que se bautizó a la Sociedad de los Estudios para la Historia Antigua del Espíritu, a la que se conocería también con el nombre de “Herencia de los Ancestros“.
En su seno se constituyeron diversos departamentos especializados en investigar los antecedentes históricos de la raza alemana, rescatar sus tradiciones y difundir entre la población la cultura tradicional del pueblo germánico. Otro de sus departamentos, probablemente el más famoso, fue el de arqueología germánica, al que se encomendó la realización de extrañas expediciones con el propósito de buscar reliquias o talismanes a los que se atribuía un extraordinario poder, como el Arca de la Alianza o el Grial. La obsesión de Himmler por poseer el Grial llevó a los nazis a una sistemática búsqueda por todo el Languedoc francés, siguiendo las tesis formuladas por el investigador Otto Rahn. Éste recogió las leyendas que se conservaban en la tradición oral de los pastores de aquella comarca y consultó las obras de los eruditos locales, entre ellas las de Antoine Gadal, que le sirvieron de gran ayuda. Tras establecer importantes conexiones entre los cátaros, los templarios y los trovadores, Rahn llegó a la conclusión de que las alusiones al Grial contenidas en el Parcival, de Von Eschenbach, tenían un trasfondo histórico que iba mucho más allá de los valores puramente literarios del poema. Así, interpretó que el castillo de Montsalvatsche, al que se alude en el famoso poema, podría ser la fortaleza de Montségur, porque, según el poeta medieval, solamente la condesa Esclaramunda de Foix, cátara y propietaria del castillo, era digna de portar el Grial.
Montségur fue precisamente el último bastión de los cátaros, contra los que el papa Inocencio III había decretado una Cruzada en 1209. La fortaleza cayó en 1244. Pero, según la tradición, antes de la rendición, algunos cátaros consiguieron descolgarse por la ladera más inaccesible de la montaña, llevándose el Grial con la misión de ponerlo a salvo. Poco después, los huidos hicieron señas desde un monte próximo, indicando que habían culminado con éxito su empresa. Entonces los defensores de Montségur se rindieron a los sitiadores, quienes los quemaron en una gran hoguera que habían levantado en un lugar que desde entonces es conocido con el nombre de Camps des Cremats. Rahn buscó la preciada reliquia en las cuevas de los alrededores porque, según creía, si los defensores de Montségur habían visto las señales de sus compañeros, éstas habrían tenido que ser efectuadas desde un lugar cercano, en el que habían depositado el Grial. Sin embargo, al igual que algunos de los más cualificados esoteristas del círculo interior de la Sociedad Thule. Otto Rahn nunca descartó la posibilidad de que el Montsalvatsche, citado por Von Eschenbach, fuese también la forma de designar a la montaña de Montserrat, en las proximidades de Barcelona. A esta idea con tribuyó sin duda la condesa Miryanne de Pujol-Murat, una aristócrata catalana que se creía descendiente de la última noble cátara, Esclaramunda de Foix, y que con frecuencia acusó a la Iglesia católica de cristianizar el símbolo del Grial y a San Ignacio de Loyola de sustituir interesadamente Monségur por Montserrat, identificándola como el verdadero escondite del Grial.
Aunque ninguna de sus afirmaciones contó nunca con un respaldo histórico, Otto Rahn siguió los dictados de su mentora. No en vano, ya en la Catalunya de la década de 1930, varios escritores habían alimentado la idea de Montserrat como refugio del Grial. Autores como Manuel Muntadas Rovira o Marius André subrayaron esa idea en sus textos. Y de ahí a interesar al mismísimo Himmler quedaba ya sólo un paso. Su obsesivo deseo de hacerse con el Grial llevó al responsable de las SS a la montaña más emblemática de Cataluña el 23 de octubre de 1940, precisamente el mismo día en que Hitler y Franco se entrevistaban en la ciudad francesa de Hendaya. En su visita a Montserrat, Himmler estuvo acompañado por diferentes autoridades franquistas, como el alcalde de Barcelona, Miguel Mateu, o el capitán general de Cataluña, el general Orgaz, además de un numeroso séquito, del que formaba parte el general de las SS Karl Wolf -otro individuo obsesionado con el Grial y muy relacionado con los círculos ocultistas del nazismo-. La visita no estuvo exenta de incidentes. A su llegada al monasterio, el poderoso Himmler se encontró con la negativa a recibirle de los máximos responsables de la comunidad, los padres Marcet y Escarré, que no quisieron ejercer de anfitriones del jerarca nazi, alegando que no hablaban alemán.
La actitud de los benedictinos, que encomendaron la tarea a un joven monje, produjo un momento de fuerte tensión y la irritación de las autoridades locales. No acabaron aquí los incidentes, ya que al todopoderoso jefe de las SS le fue robada una cartera en la suite del hotel Ritz, donde se alojó durante su estancia en Barcelona. El escándalo fue monumental, aunque la policía franquista procuró que no se difundiese la noticia de un robo que la dejaba en muy mal lugar, dadas las connotaciones que concurrían. Sin embargo, pese a que las autoridades pusieron un particular empeño ya que se movilizó a toda la policía de Barcelona, la cartera nunca se encontró. Corrió el rumor de que contenía importantes documentos relacionados con el Grial e incluso se afirmó que en ella se guardaban unos antiguos planos de Montserrat, en los que podrían estar señalados los puntos clave para hacerse con el Grial. Se barajaron varias posibilidades respecto al robo, entre ellas la de que éste hubiera sido perpetrado por el servicio secreto británico, que por aquellas fechas tenía algunos destacados agentes en Barcelona. Ésta era una versión que convenía a la desconcertada policía franquista, ya que señalaba a uno de los mejores servicios secretos del mundo, lo que hacía menos penoso el oprobio que había caído sobre ellos a los ojos de sus alarmados jefes. Lo cierto es que la cartera de Himmler nunca apareció y, en consecuencia, tampoco se supo cual era su contenido. Un suceso que ha permitido alimentar todo tipo de especulaciones.
De todas las montañas que hay en la orografía de Catalunya, la montaña de Montserrat es la más importante. Es lo que se llama el corazón de Catalunya. Hace veinticinco millones de años los terrenos que rodeaban la montaña eran un mar tranquilo de poca profundidad. El relieve rocoso de las montañas no surgió hasta principios de la Era terciaria. Con el paso de los siglos, los movimientos consiguieron que el mar se fuera retirando de aquellos lugares y emergieran las fantásticas rocas de Montserrat. La sierra está formada por estructuras de roca conglomerada, muy semejante a las tuberías de un colosal órgano musical. Toda la sierra está agujereada y cuenta con cientos de cuevas y, como mínimo, con diez fuentes de agua purísima. Pero lo más importante es que posee una virgen negra, conocida por la “Moreneta”, patrona de Catalunya. Dicen que la virgen es negra porque se hizo a partir de la simbología temática esotérica, ya que el negro lleva una protección y absorbe los fluidos negativos. Esta teoría esotérica explicaría el que esta virgen sea la patrona de Catalunya, ya que ella protegería de las fuerzas negativas de todo tipo que pudieran afectar a la gente. Montserrat constituye un foco importante de fuerzas telúricas y cósmicas, además de unas corrientes de agua y radiaciones que dan lugar a una zona magnética. Estas fuerzas telúricas alteran sensiblemente el instrumental de medición, hasta el punto que resulta difícil establecer la posición exacta de la sierra.
Hay grupos esotéricos que efectúan sus rituales mágicos en puntos determinados de esta montaña, invocando las fuerzas magnéticas que surgen de la tierra para potenciar el chakra del ser humano. Lo cierto es que gente que sube al monasterio de Montserrat dice haber experimentado un estado de paz, de tranquilidad, debidos a una fuerza interior que les provocaba paz y sensaciones etéreas. Esto se podría explicar debido a esas fuerzas magnéticas que hay y que afectan también a objetos de tipo eléctrico o electrónico. Por otro lado, algunos testimonios aseguran que el interior secreto de la montaña de Montserrat guarda el secreto de un mundo subterráneo, al cual se puede llegar a través de cuevas y galerías, pero que solo lo conocen los monjes del monasterio. Se sabe de antaño que la sierra tiene muchas cuevas, pozos, al menos un río y un misterioso lago. Muchos de esos lugares se conocen, pero otros son aún un auténtico misterio, como por ejemplo es el caso del río subterráneo que pasa por debajo la sierra y del gran supuesto lago que hay en las entrañas de la montaña. Algo comprobable es que, cuando llueve y se supone que el lago se llena, surgen de golpe y precipitadamente las aguas por las paredes rocosas de la montaña y en una fuente que hay en un pueblo situado en la falda de la montaña. Se dice que el agua viene de una cueva denominada “mentirosa” puesto que, de repente, empieza a salir agua y se convierte en fuente. Por ejemplo, un fatídico junio a inicios del siglo XXI, se produjeron terribles inundaciones en algunas poblaciones alrededor de Montserrat. Empezó a surgir agua a borbotones de la parte alta de la montaña, justo encima de donde se sitúa el monasterio. Tal vez el lago se llenó y ello produjo que el agua tuviera que salir por algún lado.
En el siglo XVI llegó a Montserrat un guerrero vasco que se hacía llamar Íñigo y que, en el momento de entrar en la basílica y ver a la Virgen, experimentó una fuerte conmoción espiritual, que acabaría por generar un cambio radical en su vida. Aquel guerrero supo que tenía que quedarse un cierto tiempo viviendo cerca de la montaña y, tras algunos días de oración, dio sus pertenencias a los pobres y se instaló como anacoreta en una cueva de la zona de Manresa mirando hacia la montaña. Allí vivió unos meses, entre alucinaciones y tentaciones, en que nos habla de una fantástica serpiente de luz y de estados místicos de éxtasis junto al río, de arrebatos y de otros estados alterados de conciencia. Lo cierto es que, a partir de la energía que obtuvo en Montserrat, este Iñigo se convirtió en San Ignacio de Loyola, escribiendo sus Ejercicios Espirituales junto a la montaña de su conversión e iniciando la gigantesca tarea de fundar la Compañía de Jesús. Según el Dr. Octavi Piulats: “Montserrat fue considerado un lugar sagrado por todas las culturas que vivieron en su entorno. En su ámbito natural se han producido milagrosas curaciones y conversiones tan señaladas como la de Ignacio de Loyola. El profundo misterio de su impacto espiritual, como los extraños fenómenos que registra su historia, son objeto de investigación para los más variados campos del saber: desde la geobiología hasta la ufología. Como la vida misma, este macizo tiene un lado luminoso y un lado oscuro, menos conocidos que su leyenda cristiana de la «Moreneta», y cuyos enigmas hemos querido explorar”.
La clave de la montaña es su naturaleza mistérica y el impacto que produce espiritualmente en la gente. Es posible que la frase que mejor la define sea la del poeta alemán Schiller: «Montserrat absorbe a todo hombre desde el mundo exterior hacia el mundo interior». Este paraje se presenta así, para el genial autor romántico, corno una vía al «conócete a ti mismo» socrático. Y esa atracción que él detectó con su fina sensibilidad también describe la vivencia de los ermitaños y anacoretas que han unido su búsqueda interior a esta montaña. El nombre de Montserrat proviene del catalán y su traducción exacta es «monte aserrado». Esta es la impresión que produce contemplado desde la distancia; sus cumbres y desniveles le dan un aspecto de serrucho visto al revés. Pero también, el mismo monte se halla «aserrado» por el gran corte del «collado del mediodía», que divide la montaña en dos grandes territorios. Como el Montseny o el Montsant, Montserrat forma parte del macizo pre-litoral catalán y, geológicamente, sus orígenes se remontan al eoceno, es decir, al inicio de la era terciaria.
En la rica tradición de leyendas fantásticas e historias de la montaña, destaca la leyenda de Fray Garí, el ermitaño que violó y mató a la hija delConde Wilfredo el Velloso y luego se convirtió en un legendario «hombre fiera» de la montaña, hasta su redención. Por cierto, todavía hoy es posible ver la cueva que Garí habitó. Pero, sin duda, el aspecto del Montserrat mítico que ha alcanzado mayor universalidad es su relación con la tradición artúrica y, especialmente, su conexión con el castillo del Santo Grial. El escritor Chrétien de Troyes, famoso por haber reproducido, en el siglo XII, el ciclo de los caballeros del rey Arturo y la Tabla Redonda, escribió un último relato que no se asemeja a los anteriores. En esta narración, un caballero llamado Perceval se pierde mientras viaja de regreso a su hogar y va a parar a un extraño lugar montañoso donde se encuentra un castillo (Carbonek). Allí vive unas sorprendentes experiencias paranormales que culminan con la aparición de un cortejo que se centra en la veneración de un objeto con forma de cáliz: el Grial. A la mañana siguiente, Perceval se despierta solo en la montaña, con el castillo desierto, y regresa frustrado a su hogar sin haber desentrañado el misterio del Grial.
Años más tarde, otro francés, Robert de Boron, en otra balada épica volverá sobre el mismo tema, relacionando el Grial claramente con el cáliz que recogió la sangre de Jesús en la cruz. Sin embargo, la fuente que tiene mayor interés es la obra del alemán Wolfran von Eschenbach, que, a principios del siglo XIII, retoma el tema y aporta nuevos datos sobre la extraña historia. Eschenbach apunta que la peripecia en tomo al Grial fue cantada por un trovador provenzal llamado Kyot que, a su vez, se había inspirado en un manuscrito árabe encontrado en Toledo. Según este autor, el castillo del Grial se hallaba situado allende los Pirineos, en la frontera con el mundo árabe. Además, rectifica a Chrétien de Troyes cuando afirma que el castillo no se denominaba «Carbonek» sino «Montsaltvatge». Y también sostiene que sus habitantes eran los templarios. A comienzos del siglo XIII, Wolfram von Eschenbach retoma el tema de Parsifal de Chrétien de Troyes. En su narración, leemos: «Es cosa bien conocida por mí -dice el eremita a Parsifal al revelarle el misterio del Grial- que unos valientes caballeros moran en el castillo de Montsalvatge, donde se guarda el Grial. Son templarios, que a menudo parten a caballo en busca de aventuras. Sea cual fuere el resultado de sus combates, la gloria o la humillación, lo aceptan con corazón sereno, como expiación de sus pecados. En ese castillo vive una legión de bravos guerreros. Os diré cuál es su medio de subsistencia: todo aquello de que se alimentan proviene de una piedra preciosa cuya esencia es todo pureza. Si no la conocéis os diré cómo se llama. Su nombre es Lapsit exillis. Gracias a esta piedra, el fénix renace y surge más hermoso que nunca […]. Esta piedra da al hombre tal vigor que sus huesos y su carne recuperan al punto su juventud. La piedra recibe también el nombre de Grial […]. En cuanto a los que son llamados a acercarse al Grial, os diré cómo se los reconoce. Sobre el borde de la piedra aparece una misteriosa inscripción donde se lee el nombre de aquellos, muchachos o doncellas, a quienes se designa para emprender ese bienaventurado viaje».
Esta aportación de Eschenbach es la que ha dado pie a situar la historia de la búsqueda del Grial en el escenario de Montserrat de los siglos VII y VIII. Los filólogos nunca han podido probar que Kyot existiese históricamente, pero el nombre sugiere con fuerza un origen catalán. Luego, la ubicación del castillo del Grial en un lugar montañoso «más allá de los Pirineos» apunta de nuevo hacia Catalunya. Pero, sobre todo, pesa el nombre del castillo, «Montsalvatge», en catalán antiguo, significando «Monte salvaje». Otro respaldo documental importante atañe a la existencia de un castillo anterior al monasterio, que puede probarse históricamente. Está documentada la existencia de uno de origen árabe, denominado «castillo del Marro», que se levantaba cerca de Santa Cecilia hacia el año 871. También se ha especulado con la existencia de un segundo castillo, cuyos cimientos se localizarían en lo que es hoy la ermita de San Dímes. Según Carreras i Candi, que cita a Argaiz, parece ser que en la biblioteca de Montserrat hay rastros de un tercer castillo, denominado Otger, situado en plena montaña, cerca de la ermita de San Miguel. El primer documento que hace referencia a esta fortificación data de 1042 y es probable que Otger fuese el nombre de algún lugarteniente de Carlomagno. Más allá de los datos geográficos e históricos, lo cierto es que el relato del Grial contiene un modelo de búsqueda iniciática y un simbolismo que puede trasponerse a la espiritualidad de Montserrat. La leyenda simboliza esencialmente un viaje que lleva, no a realizar hazañas externas de fama y gloria como ocurre en las otras aventuras de caballería, sino a buscar interiormente un crecimiento personal que nos conduzca al descubrimiento de que la superación de las contradicciones y desdichas se halla en gran parte en el conocimiento y la vivencia de nosotros mismos.
Es desde esta perspectiva que podemos asociar mejor el Grial con Montserrat, que desde tiempos remotos ha sido el lugar hacia el cual el hombre ha peregrinado con la esperanza de encontrar la respuesta a sus contradicciones y acceder a su centro espiritual. La identificación entre el gran mito del Grial y la montaña sagrada alcanzó artísticamente su cumbre de la mano del romanticismo alemán. Ricardo Wagner, que conocía a través de Goethe y Schiller su espiritualidad, recreó en su ópera Parsifal la aventura del castillo de «Montsalvatge». Cuando, a finales del siglo pasado, la obra se estrenó en Bayreuth, Alemania, los decorados de la misma reproducían sorprendentemente los monolitos y las agujas de Montserrat. A partir del siglo XII existe ya copiosa documentación sobre los milagros que han tenido lugar en la basílica. Muchos siguen un mismo patrón y se hallan testificados notarialmente. Enfermos desahuciados llegan a ella tras una penosa ascensión y, tras realizar ofrendas a la Virgen, empiezan a experimentar una transformación y, a menudo, la curación de sus enfermedades, a veces sólo minutos después. Es obvio que, independientemente de la posibilidad de intervención divina, muchas curaciones aparecen como intervenciones terapéuticas del inconsciente sobre el cuerpo físico, en un proceso que hoy consideramos científicamente plausible y, probablemente, también haya un factor añadido relacionado con las energías geobiológicas del macizo.
Otro aspecto fantástico de Montserrat es el fenómeno de la aparición de extrañas luces, que tiene continuidad a través de los siglos. Ya en el hallazgo de la Virgen, hace 1.000 años, tal como hemos explicado, los pastores vieron estas intensas luminarias. En 1345, estando la Iglesia del Carmen de Manresa repleta y en pleno día, unas insólitas «bolas de fuego» procedentes de Montserrat iluminaron la Iglesia y parte de Manresa. El fenómeno fue testificado por miles de personas y por las autoridades y no tenemos motivos para dudar de ello. Hasta nuestros días, Manresa ha celebrado siempre ese acontecimiento con las «festes de la Llum», que tienen lugar en febrero. Por supuesto, estas luces fueron interpretadas en aquella época como un signo divino. Hoy, sin embargo, es posible que la interpretación fuese otra y pudiese relacionarse con el fenómeno OVNI. También a finales del siglo X, encontramos alusiones al avistamiento de estas extrañas luces antes de una batalla contra los musulmanes.
Quien desee descubrir la espiritualidad de este lugar deberá alejarse del conjunto arquitectónico y ascender hacia las cumbres. Repentinamente, cuando el monasterio y su abadía desaparecen de nuestra vista, penetramos realmente en la Arcadia que experimentó el viajero alemán Humboldt durante su visita a Montserrat. No se trata sólo de belleza, sino que, ante las enormes moles de piedra y su magnetismo, nos sentimos realmente como ante algo que nos trasciende. Al cabo de unas horas de estancia en la naturaleza, la sensación es de paz, tranquilidad y sosiego interno. Allí experimentamos lo que se ha denominado “el magnetismos de la montaña”. Así, se ha señalado que las agujas y monolitos de formación calcárea actúan en Montserrat como poderosas antenas que emiten frecuencias de magnetismo geobiológico: fuerzas telúricas positivas que el excursionista acaba por percibir consciente o inconscientemente. Pero este magnetismo positivo no sólo procedería de redes telúricas clásicas. Al parecer, el almacenamiento de agua en las cavernas subterráneas de Montserrat, podría contribuir al fenómeno con una fuerte ionización ambiental. Los iones del agua se orientarían en el mismo sentido que los vectores de las energías telúricas y reforzarían la carga energética de las cumbres.
A veces, sin embargo, y si conectamos con el lado oscuro de la montaña, lo benéfico se transforma en lo inquietante, e incluso en lo pavoroso. No todo en la montaña es energía benéfica, aunque ésta sea la que predomine. Su naturaleza muestra también, en algunos momentos, fuerzas de las que el hombre tiene que protegerse. Para empezar, es muy fácil perderse en la montaña, por la semejanza de sus rocas y la profusión de caminos. Incluso excursionistas muy experimentados pueden ser víctimas en algún momento de desorientación. Además, algunos de los caminos conducen muy cerca de despeñaderos. A veces estas veredas están cubiertas de vegetación y cuando se descubre la sima puede ser demasiado tarde. Quien se adentre en las sendas de la montaña debe saber que, más allá del pico de San Jerónimo hacia el Tabor, penetra en el territorio menos conocido del macizo y pasará por lugares inhóspitos y de difícil recorrido. Pero donde el lado oscuro se expresa en su máxima intensidad es en las extrañas y persistentes desapariciones, que datan de antiguo. ¿Accidentes clásicos de montaña? Esta teoría presenta un serio inconveniente: aunque en algunos casos se han encontrado los cadáveres de algunas personas extraviadas, lo normal ha sido no encontrar el menor rastro de los desaparecidos.
Para algunos geobiólogos, la poderosa energía de ciertos parajes podría producir pérdidas temporales de conciencia, lo que acarrearía accidentes inesperados. Pero esta hipótesis también debe matizarse, porque la ausencia de los cuerpos accidentados sólo se explica si durante estos estados alterados de conciencia estas personas penetran en alguna cueva de la, montaña, lo que de nuevo nos lleva a la hipótesis de la existencia de un inquietante Montserrat subterráneo. Este doble aspecto -lo luminoso y lo oscuro- constituye el signo bifronte característico de los grandes, símbolos. Seña de identidad del catalanismo, su ámbito mágico-religioso, une a su condición de santuario el de una lugar cargado de poder. La montaña atesora este carácter universal que, a lo largo de los siglos, atrae como un imán a los espíritus más sensibles y les cita secretamente para abrirles la puerta de una iniciación personal e intransferible. Esta es su grandeza y su misterio. Desde la noche de los tiempos hasta nuestros días.