domingo, 24 de marzo de 2013

Padres consentidores, niños dictadores



                        

Los niños dictadores se incuban entre los papás que compensan su falta de tiempo o de atención a sus hijos, “comprándolos” con cosas materiales.
Los inscriben en las mejores escuelas, las más lujosas y con frecuencia las más lejanas; los rodean de satisfactores y piensan que con ello ya cumplieron con su tarea de padres, cuando lo único que logran es formar niños que desconocen el hambre y tiran lo que no les gusta.
En algunos casos se vuelven hijos tiranos, pequeños monstruos insoportables y prepotentes que sufrirán y harán sufrir a sus semejantes, porque desde pequeños se han salido con la suya por medio del chantaje, del capricho.
Son muchachitos que creen que sentir frío o calor es cuestión de aire acondicionado, que el cansancio se limita a caminar unas cuadras porque no encontraron estacionamiento frente al antro o la sala de espectáculos; jovencitos que piensan que el trabajo de los padres es atenderlos y firmar cheques para que ellos tengan todo lo que se les antoje.
Por ello, tienen poca posibilidad de convertirse en personas de bien, porque sus padres consentidores les inutilizan la voluntad y les mandan el mensaje de que lo más importante es el dinero. Incluso, si tienen carencias para satisfacer sus caprichos, toman medidas drásticas para conseguirlo o recurren a los amigos que ganan “dinero fácil” o tal vez toman parte en actividades delincuenciales. ¡Todo para obtener efectivo abundante!
Por ello, es preciso educar a los hijos con un poco de hambre y un poco de frío, corrigiéndolos y orientándolos sin temor alguno, para que se formen en la trascendencia, como personas formadas en la fe y la confianza en ellas mismas.
Padres consentidores, niños dictadores
La mala crianza de los niños es causal y, en ocasiones, causante directa de que se vuelvan dictadores, ya que su comportamiento tras los caprichos no satisfechos es como un campo de guerra; una batalla que pierden los padres que dejan crecer a los niños concediéndoles todo lo que quieren.
Si bien para fijar límites es preciso que los progenitores sean más consistentes que impositivos, hay que fijarlos anticipadamente, insistiendo en cuáles y cómo los debe cumplir el hijo; además, hay que cambiar progresivamente los límites de acuerdo a la edad; ser constantes en el cumplimiento de los mismos y no darles todo lo que pidan.
niño
Los niños dictadores jamás aceptan un “no” como respuesta. No siguen órdenes, ni permiten que se les impongan límites, y si no se les complace, estallan en caprichos, se pegan en la cabeza, berrean a más no poder, rompen cosas, etcétera.
Este tipo de conductas es habitual en niños cuyos padres se contradicen en su educación y que por consiguiente no les fijan límites claros desde bebés (primeros meses de su primera infancia) ni se les obliga a cumplir normas en su hogar. Aunque también es recurrente entre los 8 y 12 años, durante su segunda infancia.
Y es que cuando no quieren recibir la comida, la botan, rechazan el biberón, cuando hacen “corajes” o cuando la familia gira alrededor del o la bebé, contribuye a formar pequeños y terribles tiranos.
Cada vez, a más temprana edad, los niños quieren retar a quien les impone normas o límites. Lo hacen desobedeciendo órdenes e indicaciones o, simplemente, manipulando. Y triunfan en su empeño de ser dictadores del hogar si los padres tienen temor a ser ellos mismos, ¡a ser formadores! Posponen imponerles normas por miedo a traumatizarlos y generarles una marca.
Entonces, prefieren que sean otros los que lo hagan: el tío o tía enérgica, la escuela, la televisión, la calle, la policía, ¡todos!, menos ellos mismos. De este modo, se forma a niños dictadores que incluso les pegan a sus papás y los maltratan de incontables formas si no les conceden sus caprichos.
En general, se trata de pequeños que han sido mal educados durante la primera infancia. Niños a quienes los progenitores no les dieron un marco regulatorio de límites, ni siquiera los más elementales y necesarios para su misma protección.
Esto es una carencia de disciplina en el hogar y de principios de autoridad. Se trata de padres medrosos que confunden permisividad con amor. El niño, desde bebé, debe tener normas.
En los hogares en donde no existen hábitos y todo es libertad, cuando los padres quieren imponer disciplina suele ser tarde. La carencia de límites da lugar a que un menor no se satisfaga con nada, pues lo único que quiere es imponer su voluntariosa y caprichosa conducta por encima de los padres y de los demás; se siente dueño y señor del afecto de los que lo rodean.
Debido a esto, en el mundo crece el número de hijos dictadores que no sólo desobedecen, se burlan de los padres e inclusive les pegan, les roban, les mienten y los manipulan.
Paradójicamente, los padres son los mismos causantes de esta agresividad imparable, porque no supieron educarlos. Estos hijos, cuando son mayores, ven a sus padres y a la autoridad como un estorbo, dado que todo lo que les impide hacer lo que les da la gana, lo consideran un impedimento para vivir una vida llena de libertades y satisfacciones.
Aunque suene duro, ellos se convierten en el enemigo que hay que destruir.
Todo esto se puede evitar si se detecta dicho comportamiento desde la primera infancia y se toman las medidas necesarias para que el pequeño siga normas clave para vivir en sociedad.
Lo inicial es que el adulto sea consciente de que su hijo es capaz de hacer lo que se le pide, dándole responsabilidades pequeñas, que vayan creciendo; asimismo, se puede jugar el arte de las recompensas, pero cumplirlo al pie de la letra, para que el niño sea formado en la responsabilidad y los límites.
Sin embargo, estos últimos no se deben confundir con gritar o enojarse hasta pegarles, dado que esto es peor que no establecer normas, porque aprenden a reaccionar rompiendo toda regla y todo comportamiento socialmente aceptado.
Es cierto que no existe un patrón único para detectar un caso de niño dictador; aunque si se observan comportamientos agresivos ante las cuestiones de disciplina, es importante recurrir a los profesionales para ayudarles a manejar su actuar y prevenir conductas delictivas en el futuro.

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