LA INSTROSPECCIÓN PERSONAL, ASIGNATURA PENDIENTE
Una jornada laboral interminable y densa. Una casa por limpiar y recoger. Una nevera vacía, unos niños a los que hay que atender… Cada vez tenemos menos tiempo para dedicarnos a pensar, a reflexionar, para pararnos y preguntarnos a nosotros mismos ¿cómo estás? ¿Cómo te sientes? ¿Qué necesitas? ¿Qué te preocupa?
Para más inri, cada minuto libre que tenemos lo intentamos rellenar de ocio, salimos a cenar, al cine, a comprar… lo vertimos en actividades que tampoco nos permiten pensar. Así que, ¿dónde queda la introspección? ¿Qué fue del viaje interior? Ya casi no existe, no le dejamos tiempo para ser. Ahora, si no estamos trabajando, estamos viendo la tele, si no, en la compra o bañando a los niños, y cuando caemos en la cama estamos tan rendidos que a nadie le apetece dedicar un esfuerzo a mirar a su espejo interior, y analizarlo.
Porque, obviamente, conlleva un esfuerzo. Mirar hacia dentro de uno mismo significa enfrentarse a la culpa, afrontar los miedos, incluso, a veces, reprocharse algo a uno mismo. Una tarea poco gratificante que vamos relegando poco a poco, al fin de semana, a las vacaciones, a… Hasta que uno se olvida de sí mismo y se dedica a vivir una vida supuestamente hedonista, poniendo en práctica un carpe diem que difiere mucho del enunciado por el poeta Horacio.
Porque ya no es tanto un ‘disfruta el momento’ como un ‘vive y no pienses’, una actitud nada sana que conlleva, a la larga, un vacío emocional difícil de solventar. Cuando uno no se mira a sí mismo, lógicamente, se pierde de vista. Y así se diluyen los anhelos, las pasiones, los sentimientos y, en definitiva, la esencia misma de la persona. Quien no tiene tiempo para pensar qué es realmente lo que quiere se deja llevar por lo que le cuentanque quiere (una persona exitosa con un gran coche y una casa hermosa), de forma que acaba accediendo a una felicidad artificial impuesta por la sociedad.
Por eso en España se rompe una pareja cada tres minutos. Porque, si no dedicamos tiempo a encontrarnos con nosotros mismos, ¿cómo vamos a dedicárselo a los demás? Si no nos conocemos, ¿cómo vamos a mostrarnos y abrirnos a otra persona? Es difícil luchar contra la vorágine en la que vivimos pero es fundamental plantarse.
¿Cuánto tiempo hace que no detiene en un parque a observar a los niños jugando y recordar su propia infancia? Ahí tiene la respuesta, según vamos posponiendo las conversaciones con uno mismo, ese enriquecedor monólogo interior, nos vamos dejando alienar y nos vamos perdiendo a nosotros mismos.
Hay que ser conscientes de ello y hacer parar la rueda. Mirarse al espejo, reconocerse, dedicarse tiempo. Tenemos que vivirnos a nosotros mismos y si no cualquier día de estos nos vamos a mirar en el espejo (en el de verdad, el que está en el baño) y no vamos a reconocer a ese anciano que nos observa desde el otro lado.
La vida es algo lo suficientemente valioso, y único, como para desperdiciarla. Y somos nosotros los que vivimos nuestra vida y los responsables de que sea lo más plena posible. Tenemos que recordárnoslo cada mañana o si no seremos seres emocionalmente vacíos que acceden a una felicidad que nunca han querido.
*Elena Borges es psicóloga clínica.
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