jueves, 22 de marzo de 2012

Cuando decimos no a nuestros hijos





Todo padre que está queriendo seguir el camino espiritual, seguro que ya se ha encontrado con una verdad que aun nos pasamos por alto muy seguido. Esta verdad es: “el universo no entiende los no”.

El universo funciona en positivo, digamos que funciona en base a movimiento y es incluyente de todo lo que existe. Cuando pretendemos crear alguna cosa en forma deliberada, ya sabemos, no podemos pedirla en base a “no quiero esto”, porque el universo solo escucha el “esto”. Entonces, todos los maestros nos ensañan que si queremos orar y pedir algo nos conviene hacerlo en positivo, lo más claramente posible, en tiempo presente y llenos de fe.

Este mismo principio es apropiado en la educación de los hijos. Nada es más nefasto y negativo para nuestros hijos que miles de “no” sonando por todos lados desde muy temprana edad. Si hacemos memoria de nuestra niñez o ponemos atención a los padres que pasean con sus hijos en la calle, escucharemos miles, pero miles de “no”.

Los niños que se encuentran mas conectados a su divinidad que los adultos, procesan esos “no” igual que el universo. Cuando les decimos “no seas desordenado”, el niño entiende “desordenado”, ese es el único mensaje que queda en su memoria. ¿Recuerdas algo como esto que tus padres te decían cuando eras niño?, ¿Recuerdas que te decían “no seas flojo o tonto o torpe?. Si has podido recordar, te darás cuenta de que te quedabas con un sabor extraño cada vez que escuchabas esas palabras. Si lo analizamos con más calma, podríamos decir que se trataba de un juicio. En el ejemplo anterior, puedes recordar que tu padre o tu madre pensaban que eras un flojo, un tonto o un torpe.

Cuando queremos que nuestros hijos dejen de hacer algo, es conveniente buscar alguna manera de guiarlos para sacarlos de allí evitando el famoso “no”. Lo ideal es explicarle los inconvenientes que tendrán si siguen haciendo lo que están haciendo, aun mas, lo ideal es que puedan decidir por ellos mismos si quieren seguir o no con la experiencia y acompañarlos para evaluar sus resultados y juntos sacar las mejores conclusiones de la aventura. Esto a simple vista parece peligroso, pero está muy lejos de serlo. Peligrosas son las consecuencias de un “no” que muchas veces va lanzado sin razones que lo sostengan. Los niños saben cuando un “no” no tiene el sustento suficiente y se dan cuenta que solo se trata de imponer un abuso de poder sobre él. De estas situaciones se obtienen los niños rebeldes.

Los padres somos los que vemos los peligros y por eso nos abalanzamos sobre nuestros hijos con un inmenso “no” cuando los vemos acercarse a algún peligro inminente. Pero hasta en estos momentos podemos utilizar nuestra inteligencia para trata de hablar en positivo. Por ejemplo, si vemos que el niño quiere acercarse a un calefactor y corre el riesgo de quemarse, podemos tener la delicadeza de acercarlo lo máximo posible para ensañarle el calor. El niño lo aprenderá de inmediato y nunca más deseará acercarse allí.

En la vida cotidiana hay muchas situaciones en las que podemos utilizar los “no”, trata de contarlos y te volverás loco. Quizás los más complicados y significativos sean los “no” que decimos a nuestros hijos adolescentes. Ellos ya tiene ciertos intereses y cuando los contradecimos se producen diferencias importantes. Pero también es posible llegar a consenso con ellos. En estos casos la vida nos obliga a tener un mejor y mas profundo dialogo con ellos. Aumentado el nivel de comunicación no tendría por qué existir inconvenientes, especialmente si hemos evitado los no en la temprana edad. Se pueden plantear las dos partes con entera transparencia, con mucho respeto y honrando ambas opiniones. Puedes explicarle a tu hijo, por ejemplo, que no quieres negarte a su salida por la noche, pero que te mueres de miedo que le pase algo o se junte con amigos que no te gustan, que eso te impide estar tranquila(o) y qué prefieres que se quede en casa. Las cosas bien planteadas tienen muchas posibilidades de que se puedan resolver. Tal cual como nos sucede cuando pedimos al universo, si explicamos el detalle, existen muchas posibilidades de que nuestra creación se manifieste.

Un niño que ha crecido bajo el régimen de los “no” no tiene su criterio personal bien formado. Está acostumbrado a la resistencia y tratará de buscar maneras poco claras para hacer lo que quiere. Será un adulto cargado de negaciones que le pesaran a la hora de hacer sus propias manifestaciones personales, no creerá que pueda ser posible. Será un adulto que le cueste tomar iniciativas por temor a hacerlo mal, no tendrá confianza en sí mismo, creerá que el mundo está en su contra, que hay gente lista para enjuiciarlo y no tendrá el mismo nivel de confianza en la vida que un adulto que tuvo una niñez sin “no”.

Mientras más existan los “si” en nuestra vida, más felices seremos. “Si” a la aventura de vivir, “si” a disfrutar del error, “si” a intentarlo de nuevo, “si” a levantarnos una y mil veces y un “SI” a ser más y más felices.

Los desafíos de nuestros hijos





Muchas veces nos sentimos muy estresados y angustiados cuando queremos ayudar a nuestros hijos cuando enfrentan algunos desafíos que la vida les presenta. Estas situaciones pueden ser especialmente difíciles en aquellos casos en que nuestros hijos están atravesando desafíos angustiosos o que los están haciendo sufrir, como decidir su futuro laboral, la separación de la familia, penas de amor, cuando se retrasan sus estudios, alguna enfermedad, alguna discapacidad, confusión en su vocación o al querer superar algún vicio.

 Es importante tener presente que ellos vienen dotados de todas las capacidades para atravesar sus propios desafíos  y que todas las experiencias que están viviendo no han sido obra de la mala suerte. Ellos están cumpliendo con el plan de su alma y seguramente tendrán que obtener valiosas enseñanzas de esas vivencias, como también sus padres. El objetivo final de todo esto, consiste en observar con amor las posibilidades de crecer y elevar los niveles de conciencia.

En algunas ocasiones podemos ayudarlos directamente con algún consejo o una acción y otras veces nos veremos aparentemente  limitados para hacerlo. Cuando parece que las soluciones se escapan de nuestras manos para poder colaborar a la superación de los inconvenientes, podemos acudir a elevar la mirada.

Elevar la mirada, nos permitirá reconocer que ellos tienen todo el potencial y que es reconocible su capacidad para sobreponerse a sus circunstancias. Ellos solo requieren confirmar esta verdad dentro de sí. Entonces, la primera y más importante ayuda que podemos darles, consiste en reconocerles su propio poder y su propio valor para superarse. Si desmerecemos su valor y sus capacidades, ellos se sentirán más pequeños de lo que son. Si les decimos directamente que no están siendo capaces de superarse, ellos se alejan de su poder interno y crecerá la distancia entre el logro y el fracaso, o entre aprender o no aprender.

Cuando nuestras palabras o nuestra mirada hacia ellos contienen energías de desconfianza en sus capacidades interiores para superarse, les estamos enviando un mensaje muy desalentador y que no corresponde a lo que son.  Cuando nos falta la fe y la confianza en ellos, les hacemos sentir más pequeños, desvalidos, sobrepasados e incapaces. Unas palabras de confianza, fe y esperanza, siempre elevarán el entusiasmo de nuestros hijos, les aportará nuevas energías y les señalará el único camino que existe para salir de allí, la perseverancia. Trasmitir el mensaje de que todo  se encuentra perdido, es la mejor manera de asegurar problema tras problemas.  Una muestra de la perdida de nuestra fe en ellos puede ser suficiente para que se den por  vencidos.

¿Quién más que los padres están llamados a esta tarea tan hermosa de transmitir valor? Aunque todo el mundo hubiera perdido la esperanza, los padres la pueden seguir sosteniendo una y otra vez, porque será sostenida por el amor.

A veces la espera de que algo mejore nos puede hacer perder la paciencia, pero esa será una prueba tanto para los hijos como para los padres. Perder la paciencia nunca ayudará. Es probable que hablemos, que presionemos y que desesperemos, pero esas acciones no podrán colaborar bajo ninguna circunstancia. La desesperación nunca será la manera más adecuada de enfrentar problemas, del tamaño que sea.  Mientras más energías positivas pongamos en nuestra comunicación con ellos, más probabilidades de éxito existirán.  He sabido de casos extraordinarios de sanidades milagrosas que han sucedido gracias a la fe sostenida por las madres de algunos niños que sufrían enfermedades muy graves y desahuciadas por los médicos. El amor puede hacer milagros y eso ha quedado en evidencia muchas veces.

Una fe inquebrantable en el poder del amor y el poder interno de nuestros hijos los ayudará a sobreponerse de cualquier circunstancia que a primera vista nos puede resultar imposible de traspasar.

Las malas juntas en los jóvenes


Demasiadas veces encuentro presente el temor de los padres de que sus hijos tan amados se puedan alejar de las buenas costumbres y se vayan por caminos de vicios y malas juntas. Esos temores son provocados en exageración a causa de tanta información que circula en los medios de comunicación y por algunos casos que hemos visto en familias cercanas. Los medios de comunicación son especialistas en ubicar en primera plana todo lo malo de la sociedad y los jóvenes no están fuera de este contexto. Debido a esta influencia, muchos padres se imaginan que su hijo(a) se podría descarriar solo debido a que se junta con amigos que lo puedan inducir o arrastrar a formas de vida extrañas o alejadas de su bien.

Según nosotros, las malas juntas son aquellos amigos que nuestros hijos pueden tener, cuyas costumbres y comportamientos no están ceñidos a la moral y las buenas costumbres. Dependiendo de nuestro grado de miedo, podemos ver malas juntas en muchos de los amigos de nuestros hijos, provocando mucha tensión al interior de la familia y fomentando la falta de confianza entre padres e hijos.

No podemos negar que existe la posibilidad de que nuestros hijos se vayan por mal camino, pero no será precisamente por la calidad de sus amigos. Existen  vacios de compresión y contención dentro de sus familias, espacialmente de parte de los padres,  que podrían poner en riesgo el bienestar de los hijos y son estos en realidad los responsables de que ellos puedan elegir hacer una vida rodeados de personas que no aportarán nada bueno para ellos.

Los jóvenes que se sienten presionados, abandonados, ahogados, criticados y cuestionados por parte de sus padres, preferirán compartir su vida con cualquier otra persona que sea capaz de escucharlos y darles un poco de atención. Si los jóvenes no encuentran una persona equilibrada que los pueda sostener es esta adversidad, tendrán el riesgo de juntarse con personas no convenientes, debido a que su nivel de vibración se encuentra muy bajo. Esta es la razón de que se unan a grupos o amigos que tienen baja vibración, en ellos encuentran resonancia. Un joven que se siente apoyado y amado por sus padres, tendrá una alta estima. Esta le permitirá moverse por la vida en forma más libre y segura, uniéndose a amigos y grupos que vibren en esa resonancia.

Ningún joven que se sienta perfectamente amado, respetado y honrado por sus padres (o por quien cuide de él), será susceptible de ser arrastrado a ningún lado que él no se pueda permitir. Un joven bien  equilibrado emocionalmente y espiritualmente podrá juntarse con otros jóvenes con infinidad de problemas emocionales, o de cualquier tipo, solo para tratar de ayudarlos a salir de allí. Este joven no podría caer porque sus bases se encuentran fuertes y solidas en el amor de sus padres.  Un joven que se encuentra débil  tendrá la necesidad de buscar a sus pares para completarse y por resonancia sus pares estarán tan débiles como él.

El equilibrio emocional y espiritual de un joven es alcanzado a muy temprana edad. Después de los 7 años de edad, ya han quedado marcados sus niveles de autoestima. Esto significa que los problemas que podamos visualizar en los jóvenes se han creado antes de los 7 años de edad y solo estamos viendo las consecuencias de lo que fue experimentado y almacenado en su interior hasta entonces.

Cuando los padres critican a sus hijos por sus malas juntas, ya ha pasado mucha agua bajo el puente. Para revertir esta situación, hay que hacer un doble trabajo, volver atrás, a reconstruir todo el daño emocional acumulado en esa mente tan joven que ya carga con un cumulo de dolor a veces tan inadvertido por sus padres.
El amor a nuestros hijos a veces nos puede jugar una mala pasada si no tenemos la delicadeza de ir viendo, analizando y cuidando las etapas que viven nuestros hijos. La temprana edad es muy importante para que ellos crezcan fortalecidos y sanos interiormente. Los padres siempre actuamos lo mejor que podemos y muchas veces nos ha fallado algo. Si así ha sucedido, tenemos la posibilidad de revertirlo cuando estemos dispuestos. No existen problemas que no se puedan resolver, pero hay que dedicarse a hacerlo. No sirve de mucho culpar y castigar. Esto puede hacer que la situación empeore a niveles insoportables.

Los jóvenes, aunque puedan estar muy dolidos con sus padres, son seres maravillosos. Siempre estarán dispuestos a perdonar, siempre. Si se tiene una buena conversación con ellos en paz, armonía y respeto, ellos serán los primeros en estar dispuestos a darte un abrazo y un beso. Ellos siempre están esperando a que las cosas mejoren, ellos siempre están dispuestos, mucho más que los adultos. Y cuando ellos perdonan lo hacen de verdad, no guardan rencor, ellos olvidan todo y te amarán mucho más si tienes la grandeza de reconocer que alguna vez te equivocaste.

Los hijos y los padres estanos en una escuela, la escuela de la vida. Ambos podemos aprender de ambos. Aunque seamos adultos podemos alguna vez estar equivocados en relación a nuestros hijos.