Demasiadas veces encuentro presente el temor de los padres de que sus hijos tan amados se puedan alejar de las buenas costumbres y se vayan por caminos de vicios y malas juntas. Esos temores son provocados en exageración a causa de tanta información que circula en los medios de comunicación y por algunos casos que hemos visto en familias cercanas. Los medios de comunicación son especialistas en ubicar en primera plana todo lo malo de la sociedad y los jóvenes no están fuera de este contexto. Debido a esta influencia, muchos padres se imaginan que su hijo(a) se podría descarriar solo debido a que se junta con amigos que lo puedan inducir o arrastrar a formas de vida extrañas o alejadas de su bien.
Según nosotros, las malas juntas son aquellos amigos que nuestros hijos pueden tener, cuyas costumbres y comportamientos no están ceñidos a la moral y las buenas costumbres. Dependiendo de nuestro grado de miedo, podemos ver malas juntas en muchos de los amigos de nuestros hijos, provocando mucha tensión al interior de la familia y fomentando la falta de confianza entre padres e hijos.
No podemos negar que existe la posibilidad de que nuestros hijos se vayan por mal camino, pero no será precisamente por la calidad de sus amigos. Existen vacios de compresión y contención dentro de sus familias, espacialmente de parte de los padres, que podrían poner en riesgo el bienestar de los hijos y son estos en realidad los responsables de que ellos puedan elegir hacer una vida rodeados de personas que no aportarán nada bueno para ellos.
Los jóvenes que se sienten presionados, abandonados, ahogados, criticados y cuestionados por parte de sus padres, preferirán compartir su vida con cualquier otra persona que sea capaz de escucharlos y darles un poco de atención. Si los jóvenes no encuentran una persona equilibrada que los pueda sostener es esta adversidad, tendrán el riesgo de juntarse con personas no convenientes, debido a que su nivel de vibración se encuentra muy bajo. Esta es la razón de que se unan a grupos o amigos que tienen baja vibración, en ellos encuentran resonancia. Un joven que se siente apoyado y amado por sus padres, tendrá una alta estima. Esta le permitirá moverse por la vida en forma más libre y segura, uniéndose a amigos y grupos que vibren en esa resonancia.
Ningún joven que se sienta perfectamente amado, respetado y honrado por sus padres (o por quien cuide de él), será susceptible de ser arrastrado a ningún lado que él no se pueda permitir. Un joven bien equilibrado emocionalmente y espiritualmente podrá juntarse con otros jóvenes con infinidad de problemas emocionales, o de cualquier tipo, solo para tratar de ayudarlos a salir de allí. Este joven no podría caer porque sus bases se encuentran fuertes y solidas en el amor de sus padres. Un joven que se encuentra débil tendrá la necesidad de buscar a sus pares para completarse y por resonancia sus pares estarán tan débiles como él.
El equilibrio emocional y espiritual de un joven es alcanzado a muy temprana edad. Después de los 7 años de edad, ya han quedado marcados sus niveles de autoestima. Esto significa que los problemas que podamos visualizar en los jóvenes se han creado antes de los 7 años de edad y solo estamos viendo las consecuencias de lo que fue experimentado y almacenado en su interior hasta entonces.
Cuando los padres critican a sus hijos por sus malas juntas, ya ha pasado mucha agua bajo el puente. Para revertir esta situación, hay que hacer un doble trabajo, volver atrás, a reconstruir todo el daño emocional acumulado en esa mente tan joven que ya carga con un cumulo de dolor a veces tan inadvertido por sus padres.
El amor a nuestros hijos a veces nos puede jugar una mala pasada si no tenemos la delicadeza de ir viendo, analizando y cuidando las etapas que viven nuestros hijos. La temprana edad es muy importante para que ellos crezcan fortalecidos y sanos interiormente. Los padres siempre actuamos lo mejor que podemos y muchas veces nos ha fallado algo. Si así ha sucedido, tenemos la posibilidad de revertirlo cuando estemos dispuestos. No existen problemas que no se puedan resolver, pero hay que dedicarse a hacerlo. No sirve de mucho culpar y castigar. Esto puede hacer que la situación empeore a niveles insoportables.
Los jóvenes, aunque puedan estar muy dolidos con sus padres, son seres maravillosos. Siempre estarán dispuestos a perdonar, siempre. Si se tiene una buena conversación con ellos en paz, armonía y respeto, ellos serán los primeros en estar dispuestos a darte un abrazo y un beso. Ellos siempre están esperando a que las cosas mejoren, ellos siempre están dispuestos, mucho más que los adultos. Y cuando ellos perdonan lo hacen de verdad, no guardan rencor, ellos olvidan todo y te amarán mucho más si tienes la grandeza de reconocer que alguna vez te equivocaste.
Los hijos y los padres estanos en una escuela, la escuela de la vida. Ambos podemos aprender de ambos. Aunque seamos adultos podemos alguna vez estar equivocados en relación a nuestros hijos.
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