De un tiempo hasta esta parte nos sucede como sociedad la transmutación espiritual a la que Nietzsche dio vida por boca de su personaje Zaratustra:
“Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se transforma en camello y el camello en león; y el león, finalmente en niño”.
Como sabemos, el camello simboliza la disposición al sufrimiento: la sumisa resignación a entregar voluntariamente cotas de dignidad, de alegría, de libertad. En el caso de los españoles, hemos experimentado en carne propia la transición del gobierno dictatorial de un generalísimo, a una monarquía parlamentaria de la que sólo queda hoy en día poco más que el cascarón semipútrido del término.
“Todas esas cosas, las más pesadas, lleva sobre sí el espíritu de carga: semejante al camello que cargado corre al desierto, así corre él al suyo”.
Actualmente nos encontramos en la fase del joven león… La credibilidad de la “Realidad Oficial del Sistema Parlamentario” que el Estado nos ofrece y esparcen los Medios, ha comenzado a debilitarse gravemente en los últimos años y lo está haciendo de forma exponencial… Como “cuerpo social” estamos comenzando a atisbar la realidad desnuda: seguimos siendo considerados súbditos vasallos, gobernados por las familias históricas de poder y por partidos políticos que en los hechos son instituciones de control y favoritismo empresarial, laboral, económico y político. Si esto es cierto –que lo es en lo genérico-, ¿qué nos revela entonces de la sociedad que da vida y alimenta a tales sistemas y “representantes”? A los ojos del poder, revela que somos “ciudadanos imbéciles” (“imbéciles” en el sentido etimológico de personas que no se valen por sí mismas y necesitan de sostén, soporte, guía). A los ojos de la realidad desnuda, revela desunión por ignorancia y miedo de la ciudadanía. Ignoramos y tememos nuestro propio poder.
La educación sigue siendo el alma mater del proceso transformador de cualquier sociedad… Una educación completa para todos formaría ciudadanos más centrados, con mejor criterio y más amplios horizontes de miras… Por eso a la mayoría de los gobiernos -represores- les interesa una educación básica, pobre y vacía (una educación “cenicienta”) que forme ciudadanos atraídos hacia una “cultura” tan plana como los artilugios con los que nos refugiamos cada día para olvidarnos de nosotros mismos, y en los que destaca -como “Reina Madre” de las Batallas- la capacidad comunicadora, sedante y manipuladora de la hiperpoderosa “tele” de casa.
¿El Estado pretende que el sistema educativo que plantea a sus ciudadanos les ayude a ser más felices como personas y más útiles a la vida, o bien prioriza en su planteamiento germinar“individuos base” , eficaces como tuercas de engranaje en su actividad laboral aunque a nivel personal pierdan el conocimiento de su historia, de su lenguaje: de sus raíces? Pues por estas latitudes sureñas -me refiero desde Canarias hasta los Pirineos- como que se intuye que algo de esto ha estado ocurriendo desde hace décadas… hasta hoy en día.
El miedo lo fomentan casi todos los gobiernos porque uniforma pero no unifica. La única manera de unificarnos, de volvernos uno por y para un fin común, es por medio del amor. El amor que simboliza la paloma y que completa la comedida fiereza del león. Sin combatividad consciente – pero siempre pacífica, siempre resistente-, no pasaremos de conseguir una válvula de escape para manifestar nuestro desacuerdo, nuestra desilusión, nuestras burlas, nuestra tristeza, nuestra rabia… Son expresiones de rechazo comprensibles porque alivian presión, pero no solucionan las causas del anclaje en un sistema injusto y corrupto, tendente a ser cada vez más represivo y menos “solidario” (“solidario” en su sentido más humano y sagrado).
Continuando por este camino metafórico de transformación social, es de prever que como cualquier sano felino, la sociedad continúe con el agitar de su melena ante una realidad que nos indica que nada va a cambiar si no actuamos todos juntos. Sólo se intensificarán los contrastes de las diferencias: los ricos serán más ricos, se erradicará por completo el nexo que constituía la presencia de la clase media, y los pobres aumentarán en pobreza y población… Esta realidad nos resulta temerosa porque nos empuja a cuestionarnos a nosotros mismos y a replantearnos muchas cosas… Por este temor a las sombras de nuestra ignorancia, preferimos culpabilizar a lo externo: al líder del momento, al sistema de partidos, a los políticos, a los inmigrantes, a la Merkel o a quien sea… Esta realidad se está manifestando cada vez más intensamente, y cuando lleguemos a ese punto de tres variantes al que parece nos estamos encaminando, tendremos que decantarnos por una de las tres vías: o nos desestructuramos y probamos con fe nuevas vías, o continuamos en una perpetua alternancia bipartidista, o bien seguimos ciegos ante nuestro propio poder , y elegimos culpabilizar de todo a cualquier elemento externo al que podamos cargar la responsabilidad y las culpas del rumbo perdido de nuestro destino… Entraríamos entonces en una senda de valles y sombras; y no es tiempo de llamar al oscurantismo. Nunca lo es… En todo caso, la Humanidad no aprende siempre de las sombras de su historia -ahí está la Historia;) pero menos va a aprender cuando incluso se la ignora… Por eso, la posibilidad de ser absorbidos por el caos manipulador está ahí presente, latente, tensa. Y tiene su lógica: ahí es donde se desarrolla la batalla.
“Crearse libertad y un no sagrado incluso frente al deber: para eso, hermanos míos, se requiere del león”.
En esencia, se trataría del mismo proceso que sufre un amante cuando descubre que ha sido burlado y engañado y despierta así a su condición… Hay que respetarle su tiempo para que pueda aceptar la realidad de los hechos, como paso primero para su comprensión y posterior superación: ni dejándose llevar por la obediencia ciega a toda norma o ideología aprendida pero carente de sentido, ni por la ira impulsiva producto de un resentimiento subjetivo emocional… Dejando a los novios en paz y a las parejas bien avenidas, en este decisivo momento nos encontramos.
“El niño es inocencia y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que gira por sí misma, un primer movimiento, un sí sagrado”.
La ceguera desnuda que hace posible la loca irrealidad de este sistema que llamamos “sociedad”, nos impide afrontar abierta y honestamente nuestra cobardía: queremos cambiar las cosas pero no sabemos cómo, somos muchos, muy distintos y desunidos; y en medio de este loco mundo en que vivimos, sentimos que estamos perdidos… (y nos aferramos al Arbol de la Seguridad Conocida, aunque sepamos que acabaremos perdiendo más dignidad, alegría y libertad…).
Necesitamos salir fuera, a la luz del cielo abierto, y airear el valor de la voluntad, del coraje y la fe en nuestro corazón -aquella que abre las puertas a la inocencia-. La inocencia con que se siente esta mensaje: nos necesitamos.
Nos necesitamos porque nada vivo está aislado de la infinita relación que nos mantiene interconectados. Interconectados como aquí, en internet, pero de la manera viva y completa que nos define como humanos. Por eso es necesario que desvelemos nuestros miedos en este trascendental momento. Sólo así habrá atisbos de verdadero poder para eso que la ciencia social etiqueta como “Sociedad Civil”: un ideal a conseguir al que, como le sucede a la Democracia, depende para su salud de la implicación real y voluntaria de todos, independientemente de su adscripción o no a cualquier institución de carácter público, social, político, ideológico, deportivo o religioso. Nos necesitamos todos.
O eso, o a seguir creyendo en las explicaciones oficiales que ofrecen los gobiernos cuando le preguntan sobre el porqué de las cosas que ellos deciden y a todos afecta. En ese caso, crea en ello, sea paciente… y suerte.
Fuente:http://www.fundacioncivil.org/2013/01/la-ceguera-desnuda/