Quien hace la tarea a su hijo lo despoja del elemental derecho de hacer y crecer. Así de fácil, para el que aprende es útil el trabajo; el proceso de realizar una búsqueda bibliográfica, definir un elemental concepto o ejercitar de alguna manera lo aprendido en el aula, es un proceso necesario para el alumno. Entonces, si UD. asume su papel le está privando a ese hijo idolatrado o a ese vecinito inteligente, de la oportunidad de desarrollar sus propias capacidades. Muchas personas confunden la orientación y la ayuda con la realización de trabajos que los escolares deben hacer. Es una norma bastante generalizada que, en la elaboración de las respuestas a las preguntas de las tareas o deberes para la casa, se compita con más calidad y presentación que las que ordinariamente se logra en el proceso docente bajo la supervisión directa del maestro. Todo sería diferente si se conociera que es mejor una respuesta errónea, elaborada por un estudiante, que una excelente respuesta elaborada por un tercero y asumida como propia para engañar al maestro y lo peor, aprender a engañarse a si mismo.
Queda claro entonces, que las tareas realizadas por terceros y asumidas por el estudiante constituyen un mal al desarrollo de la personalidad niño o joven. Un mal que, en la medida que se acentúa, mutila más y más la capacidad de hacer y ser. Se sabe que se aprende solo lo que se descubre.
¿Quiénes pueden enfrentarse a esta malévola ayuda y salvar los hijos y/o alumnos de la futura invalidez?
Los padres pueden ser menos obsesivos con el talento de sus hijos y no anticiparles el mundo que ellos tienen el derecho a descubrir. Los maestros deben constatar en lo posible el dominio que los estudiantes poseen de los deberes realizados en casa. Todos los docentes, con independencia de su formación, poseen habilidades profesionales para identificar de conjunto con el alumno cuando un resultado le es propio o no. Nadie esta autorizado a seguir usurpando el derecho a trabajar para descubrir. El placer de aprender, descubrir y hacer, le ha cedido demasiado espacio a creer que siempre debemos ser los mejores.
Muchos padres no profesionales sienten pena al no poder asumir la dirección y/o realización del proceso docente en casa. No hay que apenarse, los deberes para la casa no deben estar dirigidos a los padres sino a los estudiantes. El verdadero papel del padre debe centrarse en crear las condiciones de organización de la vida en el hogar de modo que haya tiempo y espació para la realización de esos deberes. Un local bien iluminado, ventilado y relativamente aislado del medio hostil permite cierta concentración que es necesaria para estos menesteres. La visita frecuente a la escuela y la conversación oportuna con el maestro les permitirá a los padres conocer si hay que mejorar la disciplina, revisar el horario de estudio o tomar alguna medida en el hogar para mejorar los resultados. Piénsese que la escuela ha de preparar al niño para la vida; entonces, si en la escuela no se es capaz, no se es honesto y se presentan ante los maestros resultados que en realidad no son auténticos ¿será este adulto maña capaz de resolver, dignamente, los complicados problemas de la vida? La frustración es muy común entre los que han suprimido su propio yo, pero cuando el hombre se conoce a si mismo prefiere lo que está dentro a lo de afuera.
Estas ideas pedagógicas pueden hacer entender, la ya anunciada opinión, de que nuestro hijo no siempre tiene que ser el de los mejores resultados en la escuela y que la excelencia de los verdaderos resultados, que lo enaltecen en su clase, son los que haya alcanzado por si mismo. Es posible que debamos observar también sus resultados en la vida; cómo trata a las demás personas, como se relaciona con la naturaleza en general, como respeta y admira lo bello y armónico del Universo, y cómo ama e intercambia con su entorno. Esto nos indicaría que se está preparando realmente para la vida; mientras que una nota excelente en la respuesta a una tarea que no se hizo por el presunto autor, demuestra que falta preparación científica y ética a alguien más que al alumno.
¿Si los docentes son unos de los profesionales más supervisados, por qué quienes los supervisan no han enfatizado en la falta de autenticidad tareas?
La atención a resultados y no al proceso de formación a propiciado equívocos como este y aun peores, pero si uno quiere resolver un problema lo primero es reconocerlo. Cada maestro debe elevar, cada vez más, el sentido de la justicia que es sin duda el punto culminante de la libertad. La relación entre justicia, cultura y libertad es el fundamento que debe sustentar nuestra razón y nuestra ética. ¿Cómo será posible premiar con la excelencia a un autor apuntalado, a veces remplazado y privar de sus méritos a aquel que con sus ideas, su trabajo y su propio esfuerzo presenta sus auténticos resultados? La justicia social debe reclamar y conquistar su espacio en la educación de niños y jóvenes para que luego no haya que imponerla en la vida.
Queda claro entonces, que las tareas realizadas por terceros y asumidas por el estudiante constituyen un mal al desarrollo de la personalidad niño o joven. Un mal que, en la medida que se acentúa, mutila más y más la capacidad de hacer y ser. Se sabe que se aprende solo lo que se descubre.
¿Quiénes pueden enfrentarse a esta malévola ayuda y salvar los hijos y/o alumnos de la futura invalidez?
Los padres pueden ser menos obsesivos con el talento de sus hijos y no anticiparles el mundo que ellos tienen el derecho a descubrir. Los maestros deben constatar en lo posible el dominio que los estudiantes poseen de los deberes realizados en casa. Todos los docentes, con independencia de su formación, poseen habilidades profesionales para identificar de conjunto con el alumno cuando un resultado le es propio o no. Nadie esta autorizado a seguir usurpando el derecho a trabajar para descubrir. El placer de aprender, descubrir y hacer, le ha cedido demasiado espacio a creer que siempre debemos ser los mejores.
Muchos padres no profesionales sienten pena al no poder asumir la dirección y/o realización del proceso docente en casa. No hay que apenarse, los deberes para la casa no deben estar dirigidos a los padres sino a los estudiantes. El verdadero papel del padre debe centrarse en crear las condiciones de organización de la vida en el hogar de modo que haya tiempo y espació para la realización de esos deberes. Un local bien iluminado, ventilado y relativamente aislado del medio hostil permite cierta concentración que es necesaria para estos menesteres. La visita frecuente a la escuela y la conversación oportuna con el maestro les permitirá a los padres conocer si hay que mejorar la disciplina, revisar el horario de estudio o tomar alguna medida en el hogar para mejorar los resultados. Piénsese que la escuela ha de preparar al niño para la vida; entonces, si en la escuela no se es capaz, no se es honesto y se presentan ante los maestros resultados que en realidad no son auténticos ¿será este adulto maña capaz de resolver, dignamente, los complicados problemas de la vida? La frustración es muy común entre los que han suprimido su propio yo, pero cuando el hombre se conoce a si mismo prefiere lo que está dentro a lo de afuera.
Estas ideas pedagógicas pueden hacer entender, la ya anunciada opinión, de que nuestro hijo no siempre tiene que ser el de los mejores resultados en la escuela y que la excelencia de los verdaderos resultados, que lo enaltecen en su clase, son los que haya alcanzado por si mismo. Es posible que debamos observar también sus resultados en la vida; cómo trata a las demás personas, como se relaciona con la naturaleza en general, como respeta y admira lo bello y armónico del Universo, y cómo ama e intercambia con su entorno. Esto nos indicaría que se está preparando realmente para la vida; mientras que una nota excelente en la respuesta a una tarea que no se hizo por el presunto autor, demuestra que falta preparación científica y ética a alguien más que al alumno.
¿Si los docentes son unos de los profesionales más supervisados, por qué quienes los supervisan no han enfatizado en la falta de autenticidad tareas?
La atención a resultados y no al proceso de formación a propiciado equívocos como este y aun peores, pero si uno quiere resolver un problema lo primero es reconocerlo. Cada maestro debe elevar, cada vez más, el sentido de la justicia que es sin duda el punto culminante de la libertad. La relación entre justicia, cultura y libertad es el fundamento que debe sustentar nuestra razón y nuestra ética. ¿Cómo será posible premiar con la excelencia a un autor apuntalado, a veces remplazado y privar de sus méritos a aquel que con sus ideas, su trabajo y su propio esfuerzo presenta sus auténticos resultados? La justicia social debe reclamar y conquistar su espacio en la educación de niños y jóvenes para que luego no haya que imponerla en la vida.
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