sábado, 9 de marzo de 2013

A veces caigo en el lado oscuro


Por:  31 de enero de 2013
Darth











 








Cuando te conviertes en madre, descubres muchas cosas. Descubres que puedes pasar noches sin dormir aunque antes fueras un lirón, que eres capaz de inventarte disfraces aunque te den pánico las agujas, que puedes querer infinito a uno, dos o tres niños sin que tu amor se acabe, en fin, que eres capaz de hacer mil cosas que antes ni se te habían pasado por la cabeza. Pero también descubres con horror que eres capaz de enfadarte hasta perder el control, que llegas a comprender a los padres que pegan a sus hijos porque aunque nunca lo hayas hecho, a veces te tienes que contener para no hacerlo. Que te puedes convertir en una madre opuesta a la que quieres ser (Eloísa, que está pasando por una situación muy dura, explica muy bien ese miedo en su blog). Que, como advertía el maestro Yoda, eres capaz de caer en el lado oscuro de la fuerza:
"La fortaleza de un Jedi fluye de la Fuerza. Pero cuidado con el lado oscuro: ira, temor, agresión, de la Fuerza el lado oscuro son. Fácil fluyen rápidos a unirse en el combate. Si una vez tomas el sendero del lado oscuro para siempre dominará tu destino. Te consumirá, al igual que lo hizo con el aprendiz de Obi-Wan".

¿Por qué tienen los niños esa capacidad de sacarnos de quicio? ¿Qué podemos hacer para evitarlo? ¿Cómo lograr que nos obedezcan sin recurrir a los gritos y los castigos?

Para resolver estas dudas, consulto a dos conocidas psicólogas especializadas en niños y madres, que representan dos corrientes distintas: Rosa Jové, abanderada de la conocida como crianza natural, y Rocío Ramos-Paul, Supernanny, que en su programa logra pacificar familias a primera vista imposibles usando técnicas conductistas.
Lo primero y más obvio es que perdemos los nervios con nuestros hijos porque con ellos podemos. "La paciencia de los adultos es finita, ¿y con quién estallas? Con el niño, porque con tu jefe no puedes", dice Jové. Ramos-Paul añade otro factor: precisamente, nos sacan de quicio porque son lo que más queremos. "La relación emocional entre padres e hijos no la hay en otra relación. Lo más parecido es la relación con tu pareja. No te enfadas igual con el jefe o con los amigos que con tu pareja o los niños, porque cuanto más te implicas emocionalmente, más capacidad tienes de perder el control. Si no tienes esa relación emocional, eres más objetivo", explica.
Jové añade más causas por las que perdemos el control con los niños: "La tolerancia baja mucho con el cansancio. Si tuviéramos días más tranquilos, se notaría en la forma de educar a los hijos". Otro factor es la presión de la sociedad sobre cómo ejercemos nuestro papel de padres: "Vas por la calle y el niño se pone a hacer el Tarzán, algo que a ti en principio no te importa, pero le riñes porque te sientes juzgado, presionado por lo que piensan los demás", opina la psicóloga. "Hay que reivindicar que es MI hijo, MI casa, MI familia y la llevo como quiero".
También actuamos bajo la presión de lo que creemos que debe aprender un niño a cada edad. "Creemos, por ejemplo, que si no aprende a ordenar a los tres años, será un desordenado toda la vida. Esa presión de lo que debería hacer a una edad nos pone nerviosos, y los presionamos a ellos, y como no responden, explotamos". Jové recuerda que son datos orientativos para que los médicos y psicólogos puedan evaluar: "Si te dicen que no pasa nada si lo aprende a los seis, te quedas más tranquilo".
Otra causa es que "creemos que por transigir un día, nos va a pasar siempre",explica la psicóloga. "No pasa nada porque un día no hagan algo, se salten una norma o les ayudemos si están cansados. Ellos saben que es esporádico, y lo entienden",dice. "A veces, solo con saber eso, nos relajamos y nos lo tomamos mejor", afirma. Jové aconseja que seamos flexibles como padres. "Tú quieres hijos que de mayores sepan negociar, pero ¿cómo van a hacerlo si siempre tienen que hacer lo que tú dices? No pasa nada por ceder, excepto en cosas que atenten contra la vida", insiste.

¿Cómo conseguir que obedezcan? 
Ambas expertas coinciden en que el detonante de que estallemos suele ser que los niños no obedezcan cuando les pedimos algo. "La reacción más frecuente es repetir varias veces la orden, y al final pegar un grito", resume Ramos-Paul. El problema es que "el niño entiende que hasta que no pegas el grito, no tiene que obedecer, y hasta entonces, sigue haciendo lo que quiere". Y al fin viene lo que esperabáis todos: ¿Cómo evitar llegar a esta dinámica de gritos? ¿Cómo conseguir que nos hagan caso?
El método que recomienda Jové sigue tres pasos: comprensión, educación, elección.Se puede usar más o menos desde los tres años, cuando el niño tiene cierto nivel de entendimiento. Pone un ejemplo: el que se tenga que duchar por la noche no significa que en ese momento le venga bien o le apetezca. Así que para conseguir que lo haga sin luchas, tenemos que:
  1. Comprender que no tiene ganas. "No significa que le des la razón, sino que le entiendes, que no está loco. A veces, solo oye la palabra NO a lo largo del día, y eso quema mucho", explica la psicóloga. Es importante que este primer paso sea muy amoroso, en plan "ya sé que no te apetece nada, cariño, con lo bien que estás jugando, es normal".
  2. Pero a la vez educar: le explicamos por qué tiene que ducharse, con una frase cortita.
  3. Y le dejamos elegir: "Tenemos un problema, ¿cómo lo solucionamos? ¿Te dejo 15 minutos más y vienes, o te duchas rápido y juego contigo?".
Jové asegura que siguiendo estos pasos, los niños suelen actuar, "porque no les llevamos la contraria, y porque les dejamos elegir". En sus libros La crianza feliz y Ni rabietas ni conflictos, desarrolla estas ideas y da más consejos. "Funciona muy bien siempre que les quede muy claro el primer punto". Sin embargo, no es partidaria en absoluto de la obediencia ciega:
"No quieres que tu hijo sea sumiso en su matrimonio, que le tomen el pelo en el instituto, que no se atreva a pedir un aumento de sueldo... Pero para eso, tiene que tener sus propias ideas distintas de las nuestras y aprender a defenderlas y a dialogar".

Para los que hayáis visto alguna vez el programa de Supernanny, os sonará este otro método: dar la orden que queramos una sola vez y retirarnos. Un ejemplo: "Cariño, tienes que recoger. ¿Quieres que te ayude?". Si se pone en marcha, perfecto. Si no, nos retiramos. Pero cuando venga a buscarnos para cualquier cosa, le decimos: "Cuando recojas te atiendo. ¿Te ayudo?". Cuando lo haga, nos quedamos y jugamos con el niño o hacemos alguna actividad que le motive, es el premio.
Ramos-Paul advierte que lo más difícil es hablar con un tono muy tranquilo y ser constante. También recuerda que es importante hacer las cosas con tiempo: "No  puedes empezar a las 9 cuando tienes que salir a las 9.15". Y otro consejo: "Con la edad, disminuye el poder de la atención de los padres, por lo que hay que buscar otro tipo de refuerzo". Así, mientras que a los tres años funciona quedarse a jugar con el niño, a los 10 se le pueden plantear consecuencias, como "hasta que no recojas, no sales al parque". Si queréis más información, podéis encontrarla en su libro Niños desobedientes, padres desesperados.

¿Cómo controlarnos?
Ambas técnicas requieren trabajar con paciencia, tranquilidad y constancia. ¿Qué podemos hacer mientras para no perder el control? "Funciona muy bien retirarse de la situación y buscar una cosa que hacer, doméstica o de ocio", aconseja Supernanny. "Si entras en las provocaciones, se inicia una escalada y acabas a gritos". Al retirarte, explica, baja el nivel de enfado. También sirve pensar cosas distintas, positivas, como "le estoy enseñando, y al final acabará recogiendo". Si son dos progenitores, lo ideal es que el que esté más tranquilo se ocupe de la situación y el otro se retire.
¿Y qué hacemos si hemos explotado? Tanto Jové como Ramos-Paul aconsejan disculparse. "Los padres no somos perfectos. Si alguna vez pasa, pide perdón. 'Oye, creo que me he pasado, tengo un mal día'. Ellos saben lo que es, porque también tienen días malos, y suelen perdonar a los padres", dice Jové. "Es un derecho equivocarse, y educando, se equivoca uno mucho", reconoce Supernanny. "Cuando ya haya pasado la tormenta, siéntate con el niño. 'Perdona, así no se debe hablar, me he equivocado'. Así le enseñas a resolver esa situación. Y es que aunque cueste, eres su modelo", dice.
Las dos psicólogas consideran totalmente inaceptable pegar a los niños, una conducta aún frecuente y que levanta ampollas, como comprobé en los comentarios de un post que escribí sobre el tema hace tiempo. "Es muy duro tener hijos. Puedo entenderlo, pero no cruzo la raya", dice Jové. "Pienso que pegar a un niño es muy cobarde. Está mal visto pegar a las mujeres, pero yo al menos me puedo defender, y los niños no", opina."Además, el que castiga enfadado, a veces no castiga, se venga, y luego se da cuenta de que no era para tanto". La psicóloga pide a los padres que usan el castigo físicoque aprendan otras técnicas, como han hecho los maestros. "Un padre que ha de usar el castigo físico es porque no ha aprendido otra forma, es un mal educador". Asegura que en los talleres prácticos que imparte, los padres son receptivos a aprender para no recurrir a pegar.
Ramos-Paul alerta además de los riesgos de pegar: "Hay que subir de intensidad para que sirva. El primer tortazo es flojo, pero el niño se acostumbra, y cada vez tienes que pegar más fuerte. Y enseñas a pegar como forma de resolver un conflicto". Vamos, el típico "no se pega" acompañado de una colleja que hemos visto decenas de veces.
Un montón de buenos consejos que ahora hay que aplicar día a día. A mí por lo pronto ya me toca pedir perdón a David y Natalia cuando salgan del cole por unos cuantos gritos esta mañana en un momento de tensión. Pero el trabajo va mucho más allá. ¿Me acompañáis en mi intento de alcanzar la maternidad-zen?

No hay comentarios:

Publicar un comentario