No es precisamente el alimento que entra por nuestra boca el que nos salva, ni tampoco entramos en el reino de los cielos en virtud del alimento que consumimos como sostienen algunos grupos o fraternidades.
Somos el resultado de lo que comemos y bebemos y de cómo lo hacemos. Hemos de aprender a usar el sentido común de nuestra dieta diaria, de tal manera que nuestro alimento diario sea el más adecuado sin favorecer a una sola clase de alimento; pues ante todo, nuestra dieta debe ser equilibrada entre los alimentos energéticos, las proteínas, los carbohidratos y la gran gama de nutrientes y vitaminas requeridas. Debemos dejar que sea nuestro maestro interno quien por medio de la intuición y el sentido común nos indique el alimento y la bebida requerida evitando de esta manera los excesos en el comer y en el beber. Para llevar una dieta adecuada lo mejor sería consumir alimentos enriquecidos por el sol, tales como los cereales, las leguminosas, las verduras y las frutas.
Mediante la ingestión de alimentos de origen vegetal podemos lograr un balance perfecto dentro de nuestro organismo, ya que esas corrientes de vida vegetal han sido concebidas y creadas por la madre naturaleza para ayudar al hombre en su propio desarrollo, crecimiento y autorestauración, llevándolo una perfecta armonía física y mental.
De esta manera lograremos combatir el gran “don” de los alimentos no naturales de nuestra civilización como el estreñimiento, causado por nuestros hábitos antinaturales (falta de ejercicio, comida llena de agentes nocivos, malas posturas, etc.), los cuales causan una presión en la base del recto. En el momento en que el cuerpo físico expele sus residuos, el cerebro envía una señal a los diferentes centros del cuerpo, para que éstos a su vez hagan lo mismo. Esto repercute en nuestra atmosfera mental, por ello debemos procurar mantener siempre nuestros intestinos y el recto limpios y no forzar al organismo a una larga espera para la evacuación de los desechos orgánicos.
Existe una serie de principios o normas dentro de nuestra alimentación, los cuales podríamos comenzar a seguir, de una manera natural y sin fanatismo.
- Es preferible comer poco; no es la cantidad ingerida la que nos da un equilibrio apropiado sino la calidad y el balance entre los diferentes alimentos.
- Debemos masticar en forma lenta y profunda para ensalivar bien los alimentos puesto que el proceso de la digestión comienza con ello y al no hacerlo el alimento tragado llegará casi entero al estómago, recordemos que no somos rumiantes.
- Evitar el consumo de agua o cualquier tipo de líquidos intercalados con la comida, lo cual es muy perjudicial, pues perturba el trabajo del estómago e interrumpe la digestión. El alimento sólido debe consumirse tan seco como sea posible, reducido a papilla por la acción de nuestra dentadura y saliva, puesto que los líquidos diluyen las enzimas naturales secretadas por el organismo y éstas son las encargadas de la asimilación de nutrientes.
- Es conveniente consumir agua al levantarnos y una hora antes de cada comida, igualmente antes de acostarnos ya que limpia y desintoxica las células y órganos de nuestro cuerpo físico.
- No debemos recargar el estómago, esto lo debilita; igualmente debemos evitar las golosinas entre comidas.
- No se debe comer mientras estamos angustiados, nerviosos, con ira o con disgusto, pues en lugar de alimentarnos estamos casi envenenándonos, el sentarnos a la mesa para comer debe ser un momento sagrado y lleno de armonía.
- Los alimentos no se debe digerir ni muy calientes ni muy fríos.
- Debemos procurar evitar comer antes de acostarnos, en especial las personas con hábitos sedentarios.
- Es importante observar pulcritud y aseo, tanto físico como mental al sentarnos a la mesa para evitar las infecciones y llenar nuestra vida de armonía.
- Debemos bendecir el alimento que consumimos, de esta manera estaremos recibiendo y consumiendo las cualidades esenciales que existen dentro del mismo. (bendigo y agradezco esta provisión que la mano del señor pone sobre mi mesa. Bendigo también a todo aquel que haya participado de su obtención y preparación. Gracias padre por todo este bien).
En cuanto al consumo de carnes, podemos observar que aunque el hombre es omnívoro, tiene menos rasgos de carnívoro que de herbívoro. Nuestra dentadura no está diseñada para desgarrar ni para triturar. Nuestro tracto intestinal es largo y no corto, como el de los carnívoros. Al ingerir carne estamos consumiendo un alimento muerto o cadáver que nos contamina más que nutrir nuestro organismo, ya que contiene elementos o sustancias que excitan al organismo dándonos un vigor y fuerza casi que instantánea, pero de corta duración. Si observamos el reino animal veremos que los animales carnívoros tienen mucha fuerza, pero ésta es momentánea, en cambio los animales herbívoros los superan en resistencia.
Ahora bien, desde el punto de vista ético y moral, las matanzas para el consumo de carnes son realizadas sin piedad y es su gran mayoría en lugares cargados de vibraciones de angustia y miedo que el animal recibe los cuales son captados por su cuerpo instintivo; todo ese miedo, odio y angustia generados, impregnan sus células de tal modo que al consumirlo, estamos ingiriendo átomos de miedo, de angustia y en algunos casos de odio. Átomos que se impregnan dentro de nosotros creando tendencias similares.
La simple observación nos demuestra en la naturaleza y en el hombre, que quienes consumen abundante alimento muerto, generalmente son seres desprovistos de cualidades refinadas: son lentos, perezosos y a la vez inclinados hacia impulsos sexuales mal canalizados. Todo esto entorpece el crecimiento de los átomos constructores de la sangre, los cuales pierden mucho tiempo en su obra constructiva mientras tratan de eliminar los átomos animales que destruyen su creación. Por lo tanto las carnes se deben ir dejando en forma progresiva; primero el cerdo y luego las carnes rojas, pero no lo hagamos un solo golpe, ya que el reprimir los deseos de consumirla es peor que su propio consumo.
Los tóxicos y los estimulantes no son alimentos, hay que evitarlos. Productos tales como la mariguana, la coca, el opio y el tabaco envenenan y debilitan no sólo nuestro cuerpo físico, sino nuestro cuerpo etérico, mental y emocional. Igualmente debemos evitar los excesos de sal, azúcar refinada, té, café y alcohol. Estos tóxicos no tienen sustituto, con excepción de la carne que se puede remplazar por proteínas de origen vegetal. Todo lo demás se debe contrarrestar usando el sentido común, empezando a tomar conciencia de los destrozos que nos estamos causando con su consumo y reemplazarlos por formas y expresiones elevadas que nos ayuden a superarnos.
COMPATIBILIDAD CON ALIMENTOS
Como ya se dijo antes, alimentarnos correctamente no depende de la cantidad ingerida, sino de la calidad y compatibilidad de los alimentos, lo cual nos lleva una buena digestión y asimilación. Por lo tanto debemos evitar combinar comidas dulces y saladas, con frutas y verduras, pues estas combinaciones producen fermentación en el estómago. Las verduras y legumbres contienen sales, las frutas contienen ácidos y azúcares, de ahí que al ingerirlas juntas produzcan acidez, ardor, gases y otros síntomas desagradables.
A continuación se indican algunas combinaciones útiles:
- Los cereales y nueces son compatibles con las frutas o las verduras.
- Las legumbres se pueden comer con las verduras, pero nunca con las frutas.
- Los tubérculos combinan bien con los cereales, las legumbres y las verduras.
- La leche con el azúcar es incompatible y no se debería usar, ya que produce trastornos orgánicos por fermentación en el estomago; es preferible utilizar la miel de abejas para endulzarla.
- La leche es compatible con los cereales, los tubérculos y la mayoría de las verduras.
Enseñanzas de ciencia cósmica
Ciencia Cósmica
Gabriel Vallejo
Gabriel2012@hotmail.com
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