Una persona es emocionalmente madura, cuando ha
desarrollado en su pensamiento y en su conducta, actitudes que la hacen
superar el " infantilismo" y las aplica tanto hacia su persona como
hacia el medio que la rodea.
Enseguida se sugieren algunas de las características de la persona que ha acumulado verdadera madurez.
- Acepta con gratitud que se le critique y aprovecha las críticas para superarse.
- No se entrega a la autocompasión. Ha empezado a creer que las leyes de la compensación funcionan en todas las cosas de la vida.
- Nunca espera ser tratado con especial consideración por otras personas.
- Sabe controlar sus arranques de mal genio.
- Se enfrenta a las emergencias con serenidad
- No se deja herir fácilmente en sus sentimientos.
- Acepta la responsabilidad de sus propios actos sin escudarse en excusas.
- Ha superado la etapa de pretender de la vida "el todo o el nada" y reconoce que ninguna situación o persona es totalmente buena o totalmente mala; además, ha empezado a apreciar las ventajas de "el justo medio".
- No se impacienta ante retrasos razonables. Ha aprendido que é1 no es el árbitro del universo y que frecuentemente tendrá que ajustar su voluntad a la conveniencia de otras personas.
- No se preocupa indebidamente por las cosas que no puede remediar.
- No es dado a jactarse ni a exhibirse en acciones socialmente inaceptables.
- No busca continuamente defectos en otras personas.
Por último, en términos de madurez espiritual sugerimos:
- Tiene fe en un Poder Superior a sí mismo.
- Se considera como una parte integral de la humanidad y se preocupa por contribuir positivamente en los grupos de los que es miembro.
- Obedece en su esencia espiritual la Regla de Oro: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".
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